GAIA Nº 1 - CUADERNO DE OTOÑO -



IMÁGENES
SUSAN SEDDON-BOULET
(Brasil)


ALEJANDRA DÍAZ
(Argentina)


RABDOMANTE

mandalas en la memoria
desde todos los siglos
me persigue el recuerdo
de la melodía del agua

soy yo
una mujer
como cualquier otra

tengo siglos
la rabdomante
la empecinada
que abraza el muro
la que ama

-en una hoja menuda
recién nacida
dejo estos versos-

INTENTOS

arrojaba juguetes al vacío
para ver si volvían de otro color
con vida

qué desconsuelo aquel
de lo que no sucede a tiempo

qué trozo de uno se fue
a esos sitios de la ternura muerta.

ESTAMPA

miro de lejos la figura de mi madre /
ella ha perdido en algún lugar el jardín que cultivaba

con cáscaras de cebolla y ajos
trabaja en cuadros primorosos -hago nacer flores- dice /

y se pierde silenciosa en ese mundo / de lejos. 

BLANCO

hago de la pena un bollo de papel
y otro / y otro / y otro
en la lágrima escribo
el último paisaje /
callo callo / en el papel
como quien espera algo que no sabe

**********

dibujo en la lágrima el vuelo pausado
de una grulla plegada en origami
es blanca multicolor
de a ratos
se lleva
el poema
que hoy no digo.

INSTANTE

los habían nacido así: “sin boca 
para gritar”. (Harlam Ellison) 

te vas rumbo al humo de un cigarrillo
subís por él a la noche
no ves ahora las montañas
pero sabes que allá afuera brillan las flores
querés que el humo en garabatos escriba mensajes
para algún corazón trasnochado
desde el murmullo agita el miedo
ese sabor-saber amargo
que la historia no aprendida
se repite como un repique
sordo a la memoria
balas de goma
sobre los ojos de un dios.

te da lo mismo
y no

que las palabras que escribás
con el humo digan de verdad
lo que vos querés decir.
y no podés.

LLUVIA

vi la lluvia tragarse tu figura
como si de agua estuvieras hecho
nada de vos quedaba cerca
salvo ese recuerdo del rayo
que hizo temblar la casa /
las ventanas

y las luces se fueron a dormir
para que no viera más ese día.

NEGRO

la lluvia negra que brota / vuela de los cañaverales
pintó de negro las calles del pueblo donde nací /
mi padre mira sentado en una reposera
cómo tratan algunas mujeres de devolverle
el color a las veredas / allí ya no se diferencian
las flores caídas de los jacarandás de las cenizas
poco a poco en su empeño las mujeres van ennegreciendo

mi padre ya no ve casi nada / salvo
el dragón de la obsesión que lo sujeta a ese lugar.

MI HERMANA

desde la ventana del colectivo / mi hermana dice -mirá-
señalando a una esquina/ella ve el árbol casi de nieve
un lustroso ciruelo que no puedo ver.
¿qué, el perro sarnoso echado bajo el árbol ?-le pregunto
¿el tembloroso / el triste?
no, no -dice molesta- el árbol ese tan hermoso!

así ella / así yo /
siempre me dice que en esta vida
“nacimos para ser felices”
yo la escucho y me olvido
de dios.
**********

vos dibujabas con el dedo índice en el vidrio empañado
barcos y aviones / los borrabas
tomá escribí este libro -dijiste- falta el final
(yo sentí que me dabas un mundo/un peso enorme)

(uno se va de los amigos
sin saber cuánto dependen algunos
de nuestra risa/de nuestros países descolgados
que se despliegan en una charla)
entonces... algún barco de los que dibujabas en el vidrio empañado
te llevó donde sólo vos sabés
que tu libro no tiene final.

venías en esas naves
que inventa el corazón
para quedarse.


AMANDA PEDROZO CIBILS
(Paraguay)


MESTIZA

Soy esta mujer, la que hicieron de mí los hombres
cuando me arrastraron a sus lechos, impiadosos
y me partieron el alma y los pies en los yuyales
ávidos de mi sangre, de mis lamentos, y soy también
lo que hicieron de mí las que me precedieron
aún veo el espanto de la leche quebrada de sus pechos
en la hondura de los montes, escucho
el dolor de sus vientres descargando los hijos
en las aguas del arroyo, de bruces en la hierba
o tumbadas de espaldas entre sábanas, las he visto
mojadas de saliva y de besos, de miedo, de aguas densas
y de palabras azucaradas.
Ellas poblaron con su pasmo mis manos llenas de preguntas
y me hicieron de nuevo.
Soy esta mujer, mestiza.

ANGELA PURA

A sus quince años tenía una sabiduría que se podía oler a la legua. Era como si desde sus ojos otra persona más adulta temblara su experiencia que desmentía esa carita flaca, con la panza hinchada de bichos. Abuela Esperanza no la podía ver: El diablo andaba por la casa cuando esa chiquilina movía su cuerpo marrón bajo la resolana, decía.
Angela Pura era guardada por las tías. Día y noche ellas la seguían con la vista, estuviera prendida a los platos sucios o chupando embelesada una naranja tras otra. La controlaban porque en la familia era la última mujercita que quedaba sin conocer hombre. La controlaban porque esa chica tenía algo que hacía desvariar y de eso cualquiera se daba cuenta. Hasta el abuelo Catá la seguía con la respiración caliente, no importaba que estuviera delante abuela Esperanza, que predecía alargando las palabras como en un rezo o plagueo sin utilidad: El diablo anda cerca, el diablo es su dueño...
Día y noche las tías se quebrantaban, alargaban sus narices y querían saber por donde comenzaba la historia de la madre que parió tal hija. Querían culparla de la absurda telaraña que había ido envolviendo la vida de Angela Pura hasta hacerla el bocado más apetecible entre parientes y extraños, y también el más imposible.
La tal madre se había muerto mirando a su hija. Que en gloria esté y que Cristo Nuestro Señor se olvide de que era tan caprichosa, además de otras cosas que ya no importan porque después de todo no tuvo buen ejemplo, pero no se nos mire a nosotras que siempre hicimos las cosas según el mandamiento de Dios y con arreglo a la Constitución Nacional, y que además no somos sus parientes de sangre sino de mala elección de nuestro primo Rosendo que sufría de hemorroides y de maldad sin asidero.
Angela Pura había mirado tanto a su madre, o ésta a ella, que enseguida todos supieron cuál iba a morirse sin remedio. Cuando la cara de la madre quedó al fin definitivamente pálida, resultó que el cadáver ya no dio trabajo: todo estaba listo, y hasta se había llorado con anticipación. Para la hora del velorio, sólo quedaron la diversión subterránea de los barruntos familiares y el largo velorio de los escándalos amorosos antiguos de las parientes menos allegadas.
La niña fue creciendo despacio en relación con sus ojos. Estos hacía rato que se habían comido las paredes y los gusanos, se habían apoderado de la casa y de los hombres, del sudor de los perros amarillos y también de cuanto conocían quienes la miraban. Por eso, y porque nadie en la casa había olvidado cómo se murió su madre de tanto mirarla, nadie la miraba de frente en lo posible. En lo no posible, rezaban un Padrenuestro de protección al Arcángel Gabriel por si acaso. Lo demás era seguirla y cuidarla, nadie sabía para qué.
La noche del Día de los Santos Difuntos resultó con luna colorada. Eso llenó enseguida de premonición a la abuela Esperanza. Apenas comieron todos en la olla de hierro, se fueron a juntar sus miedos en una pieza desde donde no tenían que soportar los ojos de grande de Angela Pura y no corrían así peligro de olvidarse de repente de todo lo que habían vivido con esfuerzo y dedicación.
Los ojos predestinados llegaron tranquilos al bananal. Allí, Angela Pura tumbó su cuerpecito cuidado por las tías bajo la luna colorada para que el destino llegara de una vez por todas. Ni se movió cuando supo, con esa sabiduría absurda que le había venido creciendo desde chica para desesperación de ella misma que allí estaba el esperado, el impensable, enteramente olor a caballo y mierda de gallina, enteramente imposible, puro sufrimiento ancestral, pura tierra, pura fuerza, con su maldición que era la única que podía conjurar otras maldiciones.
Un aullido que nadie supo de quién provenía marcó el segundo en que el interminable falo del Kurupí (yo decía que esa niña era cosa del diablo...) la rompió en dos para siempre. Desde ese momento, sólo la abuela Esperanza siguió recordando cómo había muerto esa niña, de tanto mirar al diablo en el bananal.

EL SEÑOR DE LA NOCHE .

Rosalí estuvo todos esos días pensativa. Miraba desde su sillón de mimbre a su nieta que cantaba, perdida en un sueño repetido, donde se le aparecía el amante nocturno con su olor a monte y misterio, destapándola despacito para ir hundiéndose después con fuerza en su cuerpo, sin decir una sola palabra. La nieta Atilana había cambiado desde entonces. Ella, la tristona, estaba loca de contento. Ella, la que no paraba de contar sus penas, callaba tercamente ahora, pero en vano: se le notaba a la legua que andaba en amores...
El tronco como desnudo de la nieta, los pasos que no se oían al borde de la cama, sino más lejos y como afuera bajo los mangos, el olor a sobaco húmedo que quedaba pegado hasta en las paredes de tacuara y barro colorado después de que el amado intruso hurgara bajo el camisón de bombasí rosado de Atilana, sin que ésta hiciera nada, salvo exhalar su olor nuevo para juntarlo con el otro aroma casi desvanecedor, fueron haciendo el injusto milagro de rejuvenecer a la anciana sin lograr traerla devuelta de su carne machucada sin remedio.
De día, no podía dormir. Quería apropiarse con los ojos de Atilana. A veces le dolían las arrugas cuando con su escasa vista percibía un arañazo en los hombros carnosos de la muchacha o un moretón azulado en el cuello. De noche, tampoco podía, porque esperaba con los ojos prendidos en la oscuridad el andar extraño que no se podía oír, sino sentir solamente. Se había llegado a comer un poco de tabaco que él, en su silenciosa puntualidad nocturna, dejó tirado en el borde del catre.
A Rosalí le sirvió la pequeña sustancia marrón para el día entero. Se la pasó mascando de a puchitos, hasta que tuvo que resignarse a tragar con la saliva terrosa el último resto de sueño que le quedaba. Después se quedó pensativa en el sillón de mimbre, fraguando la felicidad, el colmo, el desespero amoroso. 
Esa noche iba a concretar la locura. Ni pudo tragarse el guiso de pájaros que Atilana preparó casi sin darse cuenta. La muchacha así venía haciendo todas las cosas en los últimos días, desde que empezó a florecer en la humedad de la noche. Así que Rosalí enredó tanto las cosas, inventó las mil y una, y entre vuelta y vuelta de cuentos que iba soltando a la nieta, ésta no pudo rechazar un vasito de guaripola. A un vasito siguió otro, y finalmente Atilana terminó durmiendo en la cama de su abuela, y ésta se tumbó en el catre de la muchacha, envuelta en el camisón rosado de bombasí que olía a una flor y a un cielo cargado de lluvia. 
Llegada la medianoche, Rosalí tenía el cuerpo dispuesto, aunque el cuerpo no hacía honor a su arrebato. Primero, en la noche, se sintió una alteración de gallinas desde la esquina del tatakua. Después, el viento pareció detenerse sobre la puerta y Rosalí sintió con el olfato que él, el amado silencioso, ya estaba allí, que la tocaba casi, que lo tenía encima, hurgándole el camisón rosado de bombasí con una violencia increíble, que la arrojó sobre sí misma y la replegó con su sorpresa y locura. En el centro mismo de un relámpago, tuvo todas las certezas en un solo instante.
Lo vio, más fuerza que cuerpo, más negro que el más oscuro de los pecados, más húmedo que la respiración del abuelo cuando el asma lo sumía en la demencia. Puro pelos y ojos encendidos, el amado sustraído por una noche, el apenas entrevisto, silbó una sola vez, y la estranguló. Dijeron al día siguiente los otros nietos, que el Señor de la Noche, aquel cuya nombre en guaraní no debía ser jamás pronunciado, había estado en la casa, y que había matado a Rosalí para violar a Atilana, que empezó a vagar su delirio incurable desde ese momento y para siempre, bajo los mangos frondosos y la dudosa soledad del tatakua.

EL GALLINERO

Tenía diez años cuando se decidió a irrumpir en la vida de las gallinas, casi sin que ellas se dieran cuenta. Aprovechó una tarde olorosa a reciente aguacero y la fascinación de las gallinas por el arco iris. Los círculos amarillos de sus ojos estaban pegados al cartón azul de arriba cuando Benefrida comenzó a formar parte del gallinero, ya para siempre desde ese lado donde era posible bambolear el maíz entre los dientes hasta hacerlo puré con leche de saliva.
Para eso las había observado por años, desde el mismo momento en que la dejaron salir del pozo de tierra apisonada que su abuela había cavado para que no se arriesgase demasiado en ese gateo que estaba cerca del desvarío. A aquel horizonte de tierra colorada le siguió en su vida ese otro límite de alambres cruzados y pronto sus ojos se hicieron tan baqueanos a esa única visión, que podían seguir repitiéndola hasta cuando no estaban abiertos.
Su obsesión por el gallinero fue un alivio para la abuela, que ya decía que no había que encerrarla tanto. Nadie tenía tiempo para quebrantarse en esa casa. A un niño siguió otro y puchar por la vida les llevó tanto tiempo, que terminaron dejándola instalada en ese pequeño espacio entre la batea de los chanchos y la planta de pomelo.
Entre todos pero sin decir una palabra concluyeron en que Benefrida salió tilinga como la tía Prudencia, y que igual que ella ya no tenía solución. También entre todos la olvidaron, ayudándose unos a otros en ese trance familiar vergonzoso.
Cuando dejaron de fijarse en su presencia, la niña ingresó al gallinero, entre un aletear silencioso de las gallinas que miraban con fascinación un arco iris colocado en el medio del olor a aguacero reciente y la procesión que le pasaba por dentro justo en ese momento.
Las gallinas se habían acostumbrado desde hacía años a verla, y para decir la verdad completa, ni se percataron de que alguna vez había estado del otro lado del alambre tejido. Esa misma noche la inquilina subió a la planta de pomelo con las gallinas, ahuecando los brazos y cediendo las ramas de privilegio alas más antiguas. La abuela fue la primera que la vio al día siguiente escarbando con las manos para elegir los granos de maíz e irlos aplastando despacito entre los dientes.
Hubo una corrida familiar y nadie supo nunca quién entró primero al gallinero para tratar de sacarla. Apenas los vio, Benefrida se tumbó al suelo echando espuma por la boca. Nadie tenía tiempo en la casa para quebrantarse demasiado, así que la dejaron y se fueron a revolver cada uno sus cosas, sin falsos remordimientos. Al día siguiente la abuela entró al gallinero seguida por los chicos más grandes de la casa, para intentar nuevamente volver a Benefrida al ámbito familiar. Pero la niña aleteó salvajemente, se prendió por el alambre tejido y desde allí se defendió con las uñas. La abuela salió horrorizada.
-Esa niña salió tilinga.
-Igualito que tía Prudencia.
-No, más todavía, yo me acuerdo bien.
Al otro día los despertó un cloqueo como de gallina enferma. Todos supieron que era Benefrida, así que se taparon mejor y volvieron a dormirse pensando vagamente que las cosas estaban saliendo en su hora. Todos evitaron mirar hacia el gallinero ese día y el otro y el que venía después, hasta que resultó inevitable dar de comer a las gallinas. Así fueron descubriendo uno a uno que a Benefrida le gustaba más que nada el afrecho mojado, que odiaba los restos de comida de la casa y que prefería el agua de lluvia que quedaba preso en un pedazo de teja vieja.
Un día, hizo su aparición por la casa pa'i Setrini. Nadie tenía tiempo para quebrantarse, así que enseguida le dieron la razón: había que sacar de allí a Benefrida. Tampoco tenían tiempo para esperar, por lo que entraron seguidamente al gallinero, dispuestos a hacer lo necesario. Un largo lamento marcó el comienzo de ese primer acto de la vida inerte de la niña.
El segundo acto puede ser resumido así: Benefrida sentada en el sitio exacto entre la batea de los chanchos y la planta de pomelo. Benefrida mirando las gallinas cuando comen, las gallinas cuando cacarean, cuando ponen huevos, cuando cuidan a sus pollitos que dicen pío pío, cuando pelean por una lombriz. Benefrida controlando minuciosamente el rectángulo de sol sobre el horcón del gallinero. Benefrida viendo llegar la noche presa de feroces ataques y desvarío.
El doctor dijo al instante que era epilepsia, la abuela calculó que se trataba de calentura natural, el pa'i dijo que era pecado. Ningún medicamento, ningún rosario, pudo evitar ni uno solo de los ataques: llegaban puntales apenas las gallinas subían a la planta de pomelo. De eso hace cuarenta años, y todavía hoy Benefrida sigue mirando el gallinero, done ya no hay gallinas sino sólo la pobre planta de pomelo vieja y carcomida por los horribles gusanos que se trajo una vez el viento del norte y que terminaron comiéndole el caracú hace cinco años.
Pero en la casa, donde nadie tiene tiempo para quebrantarse y tampoco está para aguantar los golpes de la vida además de las enfermedades propias de la vejez, sólo cuentan de vez en cuando -si se les pregunta- que es demasiado trabajo puchar por la vida, y encima tener que estar sacándole a la tilinga las dos o tres plumitas que le salen en la espalda, fenómeno que se le repite cada vez que alguien, por compasión, asco o descuido, procura moverla de su sitio.

 EL APEPÚ

No es que Toma'i fuera mudo ni escaso de entendimiento. Pero andaba por el mundo como pandorga sin liña. Terminaron por dejarlo en el único lugar capaz de calmar su llanto y esos gemidos como de deudo de muerto. Entonces instalaron al niño frente a la máta de apepú, y desde ese momento todos pudieron desentenderse de su presencia sin gran esfuerzo. Tardes hubo en que el mita'i se negaba a entrar a la casa. Lo sabían por el silencioso estironeo que los ponía fuera de sí, lo sabían al ver que el enojo le rompía en dos el moco de la cara.
Poco tiempo pasó para que dejaran de esforzarse por quererlo, lo que hicieron sin sentimiento de culpa porque en eso se apoyaban unos a otros y después de todo el niño parecía no querer a nadie. Su delirio acabó con toda la paciencia que había en la casa de una sola vez. Se cansaron verdaderamente y mediante eso Toma'i pudo tenderse en paz los días enteros junto a la planta, sobando con sus deditos el nacimiento de las raíces, sin que nadie perdiese los estribos por eso. La desidia familiar había llegado hacía rato al colmo, pero él parecía agradecido cada vez que olvidaban meterla a la casa cuando llegaba la noche. La abuela Tomasa era la única que se pasaba los días persiguiendo con los ojos la obsesión de la criatura. La abuela Tomasa vivía llena de humillaciones y miedos. Se sentaba en su corredorcito en una hamaca. Se hurgaba la nariz, armaba su rodete con ayuda de un aropi de oro que cuidaba más que su vida o frotaba por sus piernas ensumidas un pedazo de grasa de gallina que nadie más que ella podía tocar. La abuela Tomasa cayó en desgracia desde cierto rapto de taradez que tuviera como fruto de los cuatro vasitos de licor de huevo que se tomó sin respirar en memoria de tío Ceferino, quien murió pidiendo que le acercaran un traste de mujer para no irse al otro mundo con las ganas. Fue cuando eso que la familia aprovechó para confinarla a una piecita en el fondo del patio, y jamás volvió a tomarla en serio aunque ella no volvió a reírse en toda su vida.
A medida que los otros se las arreglaron para no acordarse más de la molestia, Inocencia Socorrida enloquecía de pavor cada vez que veía a su hijo prendido a la planta de apepú. Le corría por la mente la idea de cortar el árbol pero las cuatro veces su intención chocó con las manitas llenas de tierra de la criatura. Inocencia Socorrida terminó haciendo la señal de la cruz cada vez que veía desde la cocina a Toma'i prendido al árbol de sus pesadillas.
La abuela Tomasa miraba cuanto iba aconteciendo y cada vez el rodete le salía más apretado y tenía que pasarse más veces el pedazo de grasa de gallina por las piernas ensumidas si quería contentarse. El apepú ese año reventó de flores y era tan intenso el olor en esa parte del patio, que únicamente Toma'i era capaz de aguantarlo. Juntaba minuciosamente los pétalos blancos que caían en círculo y reconstruía flores sobre las raíces del árbol. Mientras duró el tiempo de las frutas Toma'i se alimentó exclusivamente de la pulpa y hasta las hojas, lo que alivianó a todos del trabajo de llevarle de vez en cuando algo que comer y tomar. A medida que las manos se le quedaban amarillas y agrias el niño fue centrando su silencio y cuando la abuela notó su desesperación se instaló del todo en la hamaca esperando lo que había de pasar sin falta.
La lluvia del Viernes Santo comenzó con un rayo que echó abajo la planta de apepú, momento exacto en que abuela y nieto llevaron corriendo su ansiedad hasta el árbol arrancado de cuajo. Toma'i empezó a cavar con apuro en medio de un llanto que le corría a chorros por el alma y que sólo la abuela podía ver porque era como si tuviera memoria de esas cosas desde antes, hasta que sus manos amarillas y agrias sacaron del todo la cajita de madera podrida que tenía dentro un poquito de tierra y unos cuantos huesos como de paloma muerta.
La abuela Tomasa se acostó esa noche tranquila por primera vez, después de acunar entre sus brazos a Toma'i para irle contando con esmero aquella vieja historia familiar que terminaba con un angelito enterrado en una cajita de madera, hasta esa lluvia del Viernes Santo que comenzó con un rayo.


AMELIA ARELLANO
(Argentina)

GAIA

Dentro de mi cuerpo, mora una mujer que no soy yo.
Dentro de mi carne, se desangra una mujer que no soy yo.
Sentada en mi sillón de mimbre sostiene el cuerpo que no me pertenece.
La que habita mi casa y habla con mi voz, no soy yo.
Me asustan, en la noche bestias hambrientas.
Una mujer, que no soy yo, se deshace en gritos
En mi corazón, retumban, sus latidos.
Siento el terror de animal maniatado.
Esa mujer, que no soy yo, huye con mis pies.
Unas manos, que no son mías, borran mi autorretrato.
Mira el precipicio de La Garganta Azul.
El vértigo, las nauseas y el sudor, lo siento yo.
Parada y quieta en el umbral del tiempo, veo, mi cuerpo que salta al abismo de la noche.
La sombra que reflejan mis pasos es de una mujer que me es ajena.
A esa mujer que no soy yo, le besas y le muerdes la boca.
La mujer se desnuda. Se quita los vestidos y los deja en el suelo.
También mi corazón.
Yo, restaño la sangre de mi herida.
Una mujer que no soy yo, extiende mis manos y alimenta los pájaros.
Los pájaros comen, de sus manos, mis propias migajas.
Una niña que no soy yo, mira con mis ojos la amante de mi padre.
En unos ojos que no son míos, queda suspendida una lágrima ajena.
La niña que no soy, escucha con mi oído el tango “Sur”
Quedan cicatrices en mi piel de la fábula que no es la mía.
Una mujer que no soy yo, con mi luz, enciende una vela.
Jirones de infancia. Fosforescencia de retamas, encienden el día.

HEREDERA DE SILENCIOS

Ella es la Heredera de todos los silencios.
La veo aun, con su vaso vacío,
Sorbiendo lentamente algo que parece escarcha.
El verano pasa como un potro de fuego.
El insomnio la acecha. La vigila.
Busca esa vieja costumbre de llorar dormida.
Pensar que le gustaba caminar con la lluvia.
Ofrecer su rosa en destruidos desvanes.
Ahora solo tiene el silencio.
No habla. No le hablan.
Solo las cucarachas murmuran.
También los muertos, mas, no entiende el morado.
Y se va por los bares hasta que todos cierran.
Y vuelve, y cuenta, uno a uno sus pasos.
Y bebe. Bebe todos los silencios.
Vacía lentamente la copa.
Allí en el fondo una boca extranjera habla.
Tiernamente le habla…y la besa.

MUJER DE ARENA

Loca. Le llaman loca.
Porque va, viene, arremete, exige.
Se desangra en la lucha en conjuros de luna.
Se aferra al amor desesperadamente.
Ama. Teme. Se desgarra en el goce.
Un día llora, otro día canta.
Es tormenta que opaca los cristales.
Es lecho improvisado.
Es la mujer de arena. Se desgrana.
Levanta los peñascos, los ata con alambres de púas.
Loca, le llaman loca
No ha seguido el rebaño de las hembras sumisas
Mujer, mortal, amante despojada.
Barcos pesqueros. Aparejos. Trampa, red, sedal.
Jadean en la noche de sílice.
Golpean con furia sus acantilados.
Penetran en astillas de vidrio.
La toman en la mano. La acarician.
La llevan hasta el borde.
Abren su puño y cae.
La pisotean. Sin compasión la pisotean.
La dispersan vendavales. Machos furiosos.
La exilian, la apartan, la fragmentan
Solo el mar infinito la toma entre sus brazos.
Loca. Loca suicida, le llaman. Loca.

YO, LA OTRA

“Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.”

Yo. La otra. Sombras simultáneas.
Detrás, adelante o cubriéndonos.
El inmutable espejo devuelve cóncavas imágenes.
Triángulos. Orfandad a cuestas.
Yo y la otra. La otra y yo.
Una se desnuda, la otra se cubre. Una se hiere, sangra la otra.
Una arde, la otra se apaga.
Se aman intensamente pero se odian más.
Las dos se acechan, más, jamás se encuentran.
Doy un paso, la otra avanza dos.
La presiento detrás de mí, vuelvo la cabeza. Estatua y sal
La otra y yo. Yo y la otra.
Jamás engañó al poema, yo le fui infiel.
Odié la luna y los atardeceres luminosos
Amé los charcos nauseabundos y al viejo sapo enamorado.
Yo, que he de morir cuándo ella muera.
La otra, que no ha de morir cuando yo muera,
Asistirá, estoy segura, impávida a mi entierro.
Una es semilla, la otra, brote.
Confieso, he deseado intensamente ser la otra
Lo he logrado a veces.
He sido Salomé, sensual y victimaria,
Pero también la otra, mujer de Zebedeo
La otra confiesa haber deseado, más que nada en la vida, ser yo.
Aun no lo ha logrado.

BARRO

De barro soy, y de hojarasca.  Y  lluvia.
Agua, tierra y aire. Alud de fuego.
Panal de oro en la piel de mi madre.
Aguijón obstinado de mi padre.
Barro, sobre barro derramado.
Barro. Aunque mi nombre sea Mesalina o Lisia.
Aurora o George Sand. Safo o Juana de Arco.

Cántaro que se llena y se vacía.
Y se derrama en los villorrios pobres.
En los ojos de los muertos.
En los adobes tristes, cuna y ataúd
En los nardos de los cementerios
En las nudosas manos de los viejos
En las castas manos de los niños.

En los muros noctámbulos del día.
En los valles de luna y rosedales.
En el furor del viento en tu mirada.
En los arenales de  tu boca y la mía.
En la plenitud de pechos impolutos.
En el círculo del cordón umbilical.
En la placenta de la piedra.
En la vida, en la muerte de este barro.
Barro que toma la forma que soy y me contiene.

MISTERIOS DOLOROSOS 

Juana es mi nombre y mi apellido Nadie.
Hubo un tiempo de misterios gloriosos.
La niña se hamacaba en la lumbre amorosa de la tarde:
Mezclaba el cielo, la flor silvestre, el aire....

Salvo el padre, nunca faltó ni sobró, nada.
“Padre nuestro que estás en el cielo”
La huída comenzó, cuando mis pechos fueron brevas,
Y elegí… ¿Elegí?
Hambre de mis hermanos o saciedad del hombre.
“el pan nuestro de cada día danos hoy, señor”
Y comenzó el calvario.
El primer labrador horadó, sin piedad mi tierra virgen.
“Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caía”
-Misterios dolorosos-
Y cambié mi nombre por María.
Y fui miles Marías, María Magdalena, la Macorina, la egipciaca.
Y fui puta. La puta madre. La puta patria. La puta España.
Y levanté con orgullo mi frente y mis polleras.

Los hombres, talaban en picada mis montes.
“hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo“
Y no pensar y no sentir y no vivir.
Alondra inmaculada, en mi vuelo ciego.
Y volver a aquellos ríos de mi infancia.
-Misterios gozosos-
Caballos blancos, caballos negros, potros salvajes.
Contar. Contar. 1.2.3…

Hedor y mierda, mucha mierda.

Ha comenzado la agonía.
Y el tiempo pasa y caminan los árboles, los techos, el cielo.
Y llega una mano abierta y un falo extendido.
¿Fue posesión, hartazgo, hastío?¿Desesperación?
”Dios te salve María, llena eres de gracia.”

Y volví a ser la Juana. Ángel de alas caídas.
Mientras tanto los palos de mi cruz, brotaban.
Y subía la pollera y bajaba la frente.
Y a la noche, la dulce letanía que salva.
Y no pensar, y regresar entre cruces y nardos.
“Ruega por nosotros, los pecadores,…”

Me conocen por Juana, pero soy María.
“Ahora y en la hora de la muerte. Amen.”

EXILIO

“El poema es el exorcismo ante mis miedos”

Nunca te dije que me quedé por miedo
Por un brutal. Feroz, insustituible miedo.
Coloque en tu  mochila, tu jean, una foto y mi gastado miedo
Partiste en plena noche. Como un bandido.
La muerte silbaba con boca de zafiro.
Me dejaste libros, despedidas. Y el miedo, animal, impío, sanguinario.
Prefería la muerte a la partida. Pero quedó la herida. De muerte, herida.
Herida muerta. Herida miedo. Estaba en todas partes, en todas, todas.
En tu silla vacía. En la guitarra.
En el perro llorando. Lastimeramente. Lúgubre llanto mío.
En la mesa con mantel de desvelo.
En los diez mandamientos de mis manos.
En mi boca cocida. En mis ojos atados.
En el mapa de tu cuerpo en mi lecho.
Quedaron sacos rotos.
Olor a patria. Sabor a viento claro.
Tierra natal. Muertos. Crujidos.
Disparos que ahuyentan las palomas.
Te has  llevado mi pena, ay mi pena.
Y has dejado la tuya. La tuya mía, corazón.
Un pedazo mío tuyo te has llevado.
Un clavel. Un malvón. Un café.
Un pájaro de bruma. Un dragón. Una tijera.

Corto la espera, sentada en el umbral.
Como ayer, anteayer, mañana, nunca.

MELODÍA EN AZUL  

Te escribo con azul porque azul es mi huerto.
Mi madre es una rosa quieta.
Mi abuela, un lirio de agua inquieto.
Quiero contarte del bautismo en el río.
Donde termina el mar
Allí comienzan las colinas del regreso.

He desayunado, corolarios de infancia. 
La muñeca de palo, gozosa, lee ojos de carbón amargo
El viento quebró los últimos geranios del verano.
Se han marchado, gnomos y duendes.

Los retamos de enero, son los únicos que se niegan a partir.
Se ha marchado el baúl de la abuela.
Oh, el baúl de la abuela.
Dónde esconderé mis miedos, me pregunto.

El molino está quieto, la brújula partida y la silla rota.
Las palomitas de maíz no han brotado.
Caperucita, se ha comido la abuela disfrazada de lobo
A Pinocho no le crece la nariz, aunque mienta.
La madrastra de la cenicienta lee “Selecciones”
La bruja de Hansel y Gretel tiene micro hornos.
El sapo no es príncipe, ni el príncipe es el sapo.
Blanca Nieves mide 90-60-90, más el botox, claro.
A los cinco chanchitos los venden en la feria.
El pan es pan y el vino, vino.
Las fábulas se escriben en los diarios.
Las novelas son alimentos cotidianos.
Nuevo milenio.
Mides lo que vales.
Llegar a la cima vale diez mil pesos.
Un cuerpo vale seiscientos.
Mi corazón no vale nada.

Te escribo con azul empecinado.
Empecinadamente azul, huerto, gramilla, cielo.
Esperma seco de dragón: Jade.
En turmalina, turquesa, aguamarina
Amarillos, retamos, baúl, silla, muñeca de madera.
Azules nomeolvides. Esperen. Espérenme.
Espérenme en azul.
Quizás aún sea posible, el regreso.


ANAMARIA MAYOL
(Argentina)


PARA HALLAR LA PALABRA

Busco la magia
esa voz que cantaba libertad
esa patria pensada
transpirada
el poema de Marcos Ana
pero el mundo es un patio
"un patio
donde giran los hombres sin espacio"
busco el grito
la obsesión inicial
un pecho colorado que me traiga
un Ernesto
un Waldo
un Armando con su poema
La Patria se ha vuelto barco
"…navegando
todos en el mismo barco.."
busco tus ojos
que se fueron detrás de la utopía
la mirada profunda
de esa muchacha
que tenía mis ojos en los 70
cantaba con Víctor
"..te recuerdo Amanda la calle mojada..".
busco
un silencio
no contaminado
una esperanza nueva
para hallar la palabra

NOSOTRAS

Fuimos olvidando los nombres del miedo revelándonos
a tanta mansedumbre
                      predestinadas a levantar el vuelo
                      hallar la salida  del laberinto

                      Transpuesto el umbral
                      que atraviesa el exilio
soltamos palabras
                      gastadas de nombrar inútilmente

desatamos los atávicos nudos
y en rebelión la piel nos dio el deseo
necesitábamos alivianar la marcha
alzar los rostros
pronunciarnos libres

vivir como llegamos
                    al desnudo

CONSECUENCIA

Quién devela el misterio
de lo que subyace tras este rostro
 antiguo
perforado de muertes

Quién asoma a estos ojos
dormidos
en el torrente de un hombre
que me prestó su sangre

quién sabe de lo oculto
detrás  del viento

quién me cuenta otro cuento
para que  crea

quién inventa palabras
designa espacios con otros símbolos

quién devela
los nuevos paradigmas 

inventa
un posible universo paralelo
abre  el vórtice
para nombrar la noche
y la memoria

quién lleva  la verdad
entre sus manos
las verdades que  saben a verdades

quién escribe un mínimo poema
y salva al mundo

A VECES

Era a veces un árbol
a veces pájaro y nido

a veces solo viento
que  hamacaba las copas

otras veces la luz
filtrándose  en el bosque

era a veces mujer
            cuando llovía

EL VERSO DESCARTADO

Escribo en esta  hoja
que  el viento en su rito
carcome
deshace
oculta  a  la luz casi ceniza

lanzo al aire el poema
donde un hombre  se vierte
casi impúdico
y hay un silencio tácito 
en su nombre

escribo el verso descartado
sobre sus   labios
sobre todos  los  labios
y los  hombres
y las manos
y las  hojas caducas
y  el viento
y las cenizas
y el otoño

como una  ceremonia
ante  la   muerte

allá a lo lejos  se  desnudan
los árboles

ANIMAL DEVORADOR DE SOMBRAS

Desaparezco
desaparecen
tan fácil es ser invisible
ser  apenas
no ser
desaparece ese país soñado
ese sueño de patria
ese sueño

desaparece junto a los rostros
que se fueron con él

sin embargo
la memoria
la memoria en el cuerpo
graba su ADN

retoña trinchera
animal devorador de sombras

desaparezco
desaparece
desaparecen

sin embargo
la memoria
pide la palabra

TAN  CÁSCARA

Tan buenita yo
tan hija insumisa pero calladita

tan putita en la cama
 que no me olvidas

tan señora en la calle
tan buena madre

tan amorosa abuela
tan obediente al mandato de quién?

tan libre
 tan  juzgada
 tan aplaudida y sola

tan contradictoria

tan cáscara que a veces
 me rompo y lloro

ESTAS PALABRAS

Estas palabras  se retuercen
se enroscan en las vísceras

forman galaxias
constelaciones de olvidos
impulsan memorias

 se desarman
se duelen en las manos
se reinventan 

forman cruces serpientes
espirales cuchillos
no alcanzan a explicar
el horror.


CECILIA AQUEVEQUE
(Argentina)
 

MADRECITA CUZQUEÑA

La geografía de las calles
incluye su figura
el dibujo del cielo
su mirada.
En su rostro hay tanto tiempo vivido
tanta resignación
con voz callada.
Las escaleras reblandecen
peldaños a sus pasos
y su espalda
parece ya,
no renegar de la carga.
No es difícil imaginar lo que fué su vida,
cargando al hijo,
amamantando,
sembrando,
yendo a vender
los productos
logrados con sus manos,
tolerar la embriaguez del hombre
y la obediencia
como forma de vida.
La voluntad quebrada.
Ella ha despedido a tantos,
sabe resignarse ante la muerte.
Me contesta con palabras que no comprendo
es igual, todo está dicho
en su rostro.
Luego, quiere verse en la fotografía
y sonríe
con sonrisa inocente.
Sé,
que aún no entendí la vida
que su sapiencia
me está vedada.
Hay siglos entre ella y yo.
Veo claramente
cuanto desconocen
los pensadores y filósofos
de las castas dominantes.
Que saben ellos,
aún los que hablan
de las diferencias de clases,
de la explotación,
en sesudas peroratas.
Si nunca se inclinaron
ante la sabiduría
ante la expresión de la inocencia,
son monigotes
que solo logran adular sus cerebros.
Al menos yo,
tomé conciencia,
al menos creo,
de mi tozuda ignorancia.

OTRA VEZ

No nos deje sin habla
la insolencia
del señor que refrenda
el territorio
otra vez extranjero
avasallando
otra vez obediencia
del criollo.
El poderoso conoce
la obsecuencia
sopesa el punto débil
del mas débil
No hace falta estrategia
sobran balas
no faltarán aliados
en la pugna.
Mucho mas que quinientos
son los años
en lo que el blanco
sigue empecinado
abundan argumentos
tergiversan la historia
dictan cátedra
para explicar
sus derechos remendados.
Disfrazan la vileza
con conceptos
y allá van otros tantos
creyendo las patrañas
de patrones
la fuente de trabajo
que le dicen
por el deber feroz
de protegerla
las manos se manchan
con la sangre
del que debiera ser
mas que un hermano.
Cuando el blanco sabrá
que el mapuche
es y será
en plenitud de sus derechos
heredero ancestral
del territorio.
En nombre del color
de piel que llevo
pido perdón
por tanta tropelía
por la sangre volcada
por las lágrimas.
Mas,
sé que no habrá perdón
por tanto duelo.
No nos deje sin habla
la insolencia
otra vez extranjero
avasallando.

LA LLUVIA

La lluvia
demolerá
la leve flor recién nacida.
Se perderá
el incipiente fruto.
Acaso es mayor rédito
alimentar la tierra que al humano.

A QUIÉN DE ELLOS LE IMPORTA

A quién de ellos le importa
el reflejo de luces en el agua
si tienen frente a si
la inmensidad del otro
el brillo de los ojos intuido en las sombras
los labios murmurando promesas.
O acaso no
prometiendose a gritos de silencio
un amor duradero
casi eterno
como todos los amores de este mundo.
A cuál de ellos le importa
si la lluvia les moja los zapatos.
Es gozoso el andar
ignorando el tiempo
hay lugar para dos
bajo el paraguas.


DIANA ARAUJO PEREIRA
(Brasil)


MUJERES
(Para las mujeres de Cereté)

Las mujeres amamos por los poros.
Ángeles sin alas y con mucho ruído.
(Ninfas descalzas, descremadas, violadas
o sencillamente asesinadas.)
Las mujeres sonreimos por los gestos,
y bailamos el aire
impregnado de ceniza.
Mujeres sin pelo en la lengua
sin lenguas que les aten el pellejo.
Día tras día
levantamos el sol
con nuestras palabras.

OTRAS PALABRAS

I

Escribo desde la orilla de un nombre que no es el mío Con la pretensión y la soberbia de quien tiene ya puesto un nombre propio y suyo y se encuentra a gusto, y se ve en cada letra o sonido.Así de simple, no tengo uno mío, por eso escribo desde otro cualquiera, que incluso puedo cambiarme cuando me de la gana, o según le apetezca a él, porque no se vayan a equivocar, los nombres son los que nos eligen a nosotros.  Alguna vez pensé imponerme uno, y resultó todo un fracaso.  Es inútil.  Mejor acercarse a un nombre despacio, dedicarle una mueca sonriente, tocarle con mucho cuidado, porque si no luego se retrae o vuela, lo que da lo mismo.
Pero como decía, aún así escribo.  Escribo mis líneas saltadas sobre el vacío.  Escribo con la parte que alcanza atrapar algún atisbo de verbo, o de sustantivo.  Escribo mis cuentos de amor, mis sonetos de invierno, mis tertulias más trágicas.  Y desde uno u otro nombre me defiendo mejor o peor, pero escribo.
Juego con las trampas que ellos me hacen cuando me despisto o me encojo de hombros.  A veces me divierten pero otras veces me enfado.  Es que deambular entre las sílabas causa mareos indelebles.  Mayormente sufro abocada a una letra, y estremezco cuando la puedo tener entre mis manos.  Porque no se olviden que las manos sí son mías, aunque de nada me sirven si no puedo escribir, si los nombres me fallan.

II

Extenderse a otros cuerpos, a otras almas, a otros corazones.  En la completud añorada de formar mapas humanos, geografías armónicas, complicidad renombrada.  Nombrarse al nombrar al otro, éste que tanta falta nos hace en la escala estrepitosa de vivir en el aire.  Estirarse en otros para completar la frase, para hacerse sentido y sintaxis humana.  Lo humano es salirse para los nombres ajenos, para configurarse un poco más a cada paso.  Embeberse en otras letras y sonidos. 
Tocar al otro, olerlo, vaciarse y volver a llenarse en la amistad o el odio.  Signos contrarios de la misma e intrínseca necesidad angustiante.  Odiar al otro es odiarse a si mismo por la incapacidad de ser entero. 
Sonreír la sonrisa ajena, llorar sus mismas lágrimas: grados de composición de un poema común.
Amar al otro es la máxima poesía.

III

Encajarse ¿a qué luces, a qué tiempos, a qué márgenes?  Salirse de la línea recta, de lo obvio, conjura rumores pero exalta fantasmas.  Abrirse paso en una hierba nunca antes pisada es amanecer del otro lado del río, solo y hambriento. 
De los felices hogares nos llegan lejanas luces y calores sobrentendidos.  Caminar entre los párpados de los días, evocar la mañana huidiza.  A contrapelo la justicia sonríe, pero ¿cómo es posible que sonría? 
Sobre el alambre nos balanceamos entre la hierba y la gente.  Entre la publicidad y la ausencia.
La tristeza de verte despojado de tu misma presencia, transparencia de cristal que se rompe en cada esquina.  ¿Hasta dónde llegará la faz traviesa, la vergüenza y el miedo?
¿Por qué no se puede existir desde la desnudez añorada?  ¿Dónde se ha ido el amor y la claridad entre los dedos de una misma mano?
La tierra bajo los pies son los nombres logrados.

IV

La solidaridad hiriente que de los cuerpos les saca sus nombres sagrados, confraternidad de dioses dormidos, hermandad de silencio en las venas del mundo elegido y soñado; madurez que se asombra de su misma verdad.
Ya verás cómo las máscaras te tranquilizan el llanto, y los hermanos te cunden como frutos en los árboles. Ya sabrás encontrar tus pares en el mundo de abajo; los que escuchan y a la vez callan bajo tu nombre, el silencio que acompaña el compás y la entrega de fuegos y armas. Hermandad de sonidos y luces, arqueros de la memoria añorada.
La sangre globaliza el futuro; América se hace en países y nombres colgados de una misma madre; al final nos rendimos ante el ton y las ganas de encontrar la salida.  Nos decimos en las mismas palabras, nos amamos en el mismo lenguaje.

VOLVIÓ A VESTIRSE CON SU NOMBRE.

Volvió a vestirse con su nombre. Todos los días lo hacía para creérselo como una verdad imborrable. Su pequeño ritual consistía en incorporarse, y en cada parte del cuerpo pegarse una letra y un sonido. Cuando ya estaba hecha palabra escrita y hablada (para eso, claro, siempre necesitaba que algún vecino o amigo le llamara), cobraba un colorcito rosado en la mejilla. Pero se decía mejor a sí misma cuando le llamaba su novio, luego su marido, y unos años más tarde también su hijo.
Pero un día de pronto se le había roto el nombre. Empezó con un pequeño agujero en la esquina de la a. Ella no le hizo caso, y el agujero creció hasta desbordarse a las otras letras.
Ya con el nombre a medias, ni su marido, ni su hijo o amigos y vecinos lograban recomponerla. Se volvió humo, polvo, sonido lejano.


ELIANE POTIGUARÁ
(Brasil)


BRASIL

¿Qué hago con mi cara de india?
¿Y mis cabellos,
y mis arrugas,
y mi historia,
y mis secretos?
¿Qué hago con mi cara de india?
¿Y mis espíritus,
y mi fuerza,
y mi tupá
y mis círculos?
¿Qué hago con mi cara de india?
¿Y mi Toré,
y mi sagrado,
y mis “cabocos”,
y mi tierra?
¿Qué hago con mi cara de india?
¿Y mi sangre,
y mi conciencia,
y mi lucha,
y nuestros hijos?
Brasil, ¿qué hago con mi cara de india?
No su violencia
o estupro
Yo soy historia
yo soy cuña.
Barriga brasileña,
vientre sagrado,
pueblo brasileño.
Vientre que generó
al pueblo brasileño
hoy está solo…
La barriga de mi madre fecunda
y los cánticos que otrora cantaban
hoy son gritos de guerra
contra la masacre del mundo.

ACTO DE AMOR ENTRE PUEBLOS

Boca bermeja, guerrero de las cordilleras,
cansado… reposaba adormecido sobre el rocío.
Abríanle los ojos rubios rayos solares,
aromas silvestres, canciones del bosque.
Era Cuñataí –trémula– errante de las aguas,
envuelta en follajes, flores pero sin abrigo…
Le cantó en voz alta y acompasada,
una canción de amor… mas sin destino:
(porque ella nada decía y todo entendía)

–¡Despierta Jurupiranga!
Ven a ver que hoy desperté sudada.
Bendigo
con el zumo de mi rosa abierta, enamorada,
las mañanas de delirio, completamente cansada.

Ven, revelándote en las aguas del Orinoco,
astuto, acechando la masacre de Potosí.
Ven, que te soñé en la noche por la Paz
y tus dedos veloces la guaranía tocaban
las victorias felices del Imperio Inca.
Tu rostro extrañaba la luz que me envolvía,
porque –recuperado– todo el estaño yo traía.

Ven, que voy a pintarme con urucum.
Voy a henchirme de mil colores
para esperarte por el ritual.

Tenso
está mi cuerpo anhelante y
pienso
en tu olor de hombre,
en tu cuerpo de hombre,
que me enfurece y me enfada.

Siéntame a tu lado,
tócame con las manos
poéticas, tan grandes y musicales.

Espérame en la hermosa Punta Porá
y haz a tu amante sentirse cuña.

Rózame,
hazme una choza de paja
para vivir.

Ahógame en tus besos,
tus calientes deseos
para que yo vea
una pitúa cantarnos.

Tráeme tus cánticos
grítame a los oídos
componme una cantiga
que me haga tu Amiga…
Y te quedas en mi cuello
que yo toda me enredo
en tus cabellos románticos.

Apúntame los vientos bravos
de un país robado,
de tanta sangre derramada,
llamando un xaxado
para el gozo de amar.
Que voy bebiendo
con mucha cadencia
el fuego que expele de tu mirar.
Y en ese momento tus besos ardientes
explotan contentos
quemando mis labios,
mis tan saciados labios
que te hacen delirar.

¡Ah…! Tráeme tus quenachos
para que yo te de mis penachos.
Así… Te voy llevando a los Tabajaras.

Allá, dormiremos a son de los ararás
testimoniando el amor, la oiticica sagrada.
Y ungiremos con óleo todas nuestras heridas.

Entonces, tomaremos la miel de la mañana
para que todos los antepasados renazcan.
Y miraremos por el cielo de la mañana
para que nuestros hijos se eleven
y beberemos agua de carimá
para soportar el dolor de la Nación acabada.

Y los Potiguarás, comedores de camarón
que hoy –carentes–
nos encomendaron a Tupá.
Y te darán el anillo del guerrero –parcero–
¿Y a mí?
Me darán la honra del nombre

LA ESPERANZA    

-¡Mi hombre!–
de la patria sin fin.

Ahora, ¡llameante!
huéleme,
hazme un churrasco,
dame mate sin azúcar,
una saya de algodón,
más un cencerro bonito
para la Zamacueca de los Andes
por el Toré del Desierto.

Reparte esa carne-de-sol,
este baile temperado
que yo tó dañada así…
de amor por ese muchacho travieso.
Dame una palmera fresca
y red calientita
para soñar agarrados
en las libertas Islas Galápagos.

Pero Vago,
vaga,
al son de la zambomba,
al son de las zampoñas,
sobre el azul del Amazonas
bendiciendo tu corazón.

Mas llora tu charango latino,
tu llama andina, por los cantos de la ciudad,
por las ciudades sin flores.
Llora mi ximango sufrido
porque yo estoy triste aquí.

Y juntos, en un solo instante,
después de tanto amor incesante
percibiremos inquietos aquí,
a Juruparipindá
a separar a todos los locos amantes.

ORACIÓN POR LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Paren de podar mis hojas y tirar mi azada.
Basta de ahogar mis creencias y tronchar mi raíz.
Cesen de sofocar mis pulmones y sofocar mi razón.
Basta de matar mis cantigas y callar mi voz.
No se seca la raíz de quien tiene simientes
enterradas en la tierra para brotar.
No se apagan los abuelos –rica memoria
vena ancestral: rituales para recordarse.
No se cortan las largas alas
que el cielo es libertad
y la fe es encontrarla.
Ruega por nosotros, mi padre Xamá
para que el espíritu ruin del matorral
no provoque la debilidad, la miseria y la muerte.
Ruega por nosotros –tierra madre nuestra,
para que esas ropas rotas
y esos hombres malos
se acaben al toque de las maracas.
Apártanos de las desgracias, de la cachaza y de la discordia.
Apoya la unidad entre las naciones.
Ilumina a los hombres, mujeres y niños.
Apaga entre los fuertes la envidia y la ingratitud.
Danos luz, fe, la vida en las pajelancas.
Evita, oh Tupá, la violencia y la matanza.
En un lugar sagrado junto al igarapé,
en las noches de luna llena, oh Marca, llama
a los espíritus de las rocas para danzarnos el Toré.
Tráenos en las fiestas de mandioca y pajés
una resistencia de vida,
después beberemos nuestra chicha con fe.
Ruega por nosotros, ave de los cielos
para que vengan onzas, caitutus, siriemas y capibaras.
Ciñe los ríos Juruela, San Francisco o Paraná.
Ciñe hasta los mares del Atlántico
porque pacíficos somos, sin embargo.
Muestra nuestro camino hecho boto.
Ilumina hacia el futuro nuestra estrella.
Ayuda a tocar las flautas mágicas
para cantarnos una cantiga de ofrenda
o danzar en un ritual a Iamaká

Ruega por nosotros, Ave-Xamá
en el Noreste, en el Sur toda mañana.
En el Amazonas, agreste o en el corazón de la cuña.
Ruega por nosotros, ararás, pintados o tatuados.
Ven a nuestro encuentro
mi Dios, ¡Nhendiru!
Haz feliz nuestra mintá
que de barrigas indias van a renacer.
Danos cada día de esperanza
porque sólo pedimos tierra y paz
para nuestras pobres –esas ricas criaturas.

Traducción de Jorge Antonio Garcia Pérez


ERNESTINA ELORRIAGA
(Argentina)


PALABRAS COMO NIEVE EN LA VENTANA

Qué es la palabra sino esta bocanada esquiva de aire que necesito para olvidar
la desmesura ciega del laberinto y no extraviarme tras la quimera de un sueño que puja para que mi paso sepa al fin la aspereza del abismo y sus suturas en el fondo del mar.
Es la que se me aparece en la penumbra para que no olvide que andar tras ella es un destino porque en la palabra anida el latido del corazón y allí vive el hombre
Quién es? Sino la que nombra la mano que en la noche busca mi entrepierna y yo no quiero y no me dejo. Sé que en ella está guardado el secreto atroz de la niña y que ella ha de salvarla del recuerdo que le picotea, le acribilla el cráneo a la hora de la comunión y a la hora en que recuerda a su madre girando la cabeza para que el mundo siga sucediendo mientras el ojo de Dios ha enceguecido
Ella , la que come tierra debajo de la mesa y no encuentra en su boca la lengua que traiga la palabra y las sirva en la mesa para que todos coman de ellas.
Qué es sino el ojo que mira por la cerradura y sabe que ella no siente el deseo habitar en su piel no quiere esas manos hundiéndose en su sueño pero sabe que descender a la extraviada locura del pecado mitiga la carne dolorida y entonces se deja caer.
Qué es la palabra sino esta distancia entre tu boca y mi boca y ella que va pero no se detiene porque la palabra pertenece al reino de lo inorgánico solo que al pasar por nuestros labios ella se hace corpórea y puede estrellarse en los cristales de la ventana buscando emigrar de la desolación.
Ella huye a veces, le da miedo cuando el auto verde oliva sin patente levanta victimas para arrojarlas desde un avión y sus palabras libertarias se extravían para siempre en las aguas contaminadas del Río Marrón de la Plata
Qué es sino el volcán violento que estalla en mi boca a la hora de la siesta cuando los higos acechan a las loras
Qué es sino las consignas que la avenida toda grita reclamando sus derechos y las mujeres ofrendan úteros y vaginas para sembrar el amor con sus fantasmas
Qué es la palabra sino ese salvavidas que me acompaña cuando nombro a retazos el infierno que profana mi sueño
Qué es la palabra sino la distancia entre mi hija y yo distancia que no sabe de límites ni de destino, cáscara etérea y frágil de un deseo que no fue, que dormido en las estribaciones de mi cerebro se ha refugiado en el subconsciente y no hay artilugio que logre volverlo a la vida para ser alas de un ave que acaricie la piel y sea escalofrío y ternura al mismo tiempo
La palabra es tu nombre padre la cadencia de sus sílabas que tintinean en mi boca, la hora en que aún los gallos no cantan amansabas caballos y entregándolos a la tierra para que una niña osada abra su boca y grite padre es la hora es la hora
La palabra es mi madre y su sueño de aviones y Carola Lorenzini trayendo el cielo y las nubes a su cama y ella empecinada intentará pero no, no ha de volar, sino solo lo necesario a la hora de lavar los platos para escapar del tedio con un canto que nombra y dice palabras bonitas a su oído
Las palabras son mi desesperación y a ellas me entrego sabiendo que cuando las escupa algo monstruoso se irá para siempre
y entonces,
habrá un nuevo tiempo para celebrar.

ME LLUVIA

Me lluvia tu nombre milagrero
Me amanece el dolor como una rosa
Me espina tu dolor en todo el cuerpo
Se que a veces se empoza el día en una nube
Y los ojos sólo ofician de mandados
Nadie muere en el oficio del recuerdo

POEMA VII

Soy la desesperación
la misma
la mismita
la que va sintiendo que el miedo
es un fino estilete de espina de caldén
hincado en su corazón
que ahora retumba como tambor endiablado
la que clama y grita al cielo
no me lleves
ay diosito
mírame
ay mamá
mamita
ayúdame
la tormenta cerca nuestros cuerpos
mientras el relámpago del verano acecha
en el terraplén de vientos de la pampa
se encabrita la tarde por tus vasos
y tú te empinas para empujar el cielo
acerado furioso
tus crines resplandecen bajo el látigo de los truenos
yo te imploro
que despegues de la tierra
que te vuelvas pájaro tú lo intentas
pero tu cuerpo cae caemos
ya desmoronados
acerco mis miedos a tus belfos
tibios de luz en tanto infierno
los ángeles pastosos de tu lengua
me serenan.
No es ni será olvido la infancia de azúcar de tu nombre

TIKEN Y YO

Tiken canta en mis oídos /
me habla de la libertad y sus deseos
y yo me dejo crecer estas alas que
tienen música de infierno,
de huesos quemados
de fosa clandestina y vuelo alto muy alto
Tiken grita en mis oídos
me conmina a la libertad
y yo me dejo crecer entre las manos
un afilado puñal que tiene música
de tus huesos amor
de tus huesos amor .
Canta amor canta
que tu voz se embeba en la tierra
Africa es esa mujer que tu amas
a la que te entregas
y en el frenesí de la luz de tu canto rastafari
entierras la historia
la perra historia , la ramera historia que inventaron algunos
y alumbras la historia
ella se ofrece como los tigres salvajes
a ser alumbrada
luz luz dame luz en la mañana
que ha puesto sus manos en mi cuello
África África ámame como yo te amo
no me abandones
de mi pelvis brotan hembras alucinadas
cabalgando tus animales desheredados del mundo
occidente hiede
África
África occidente hiede
hiede por sus purulenta luces
por su normatizado universo
dame luz aquí en París para que mi voz se clave
en sus ojos y la deje ciega
Francia que me desprecias y me usas
ay amor
ay amor Africa mia
que no daría por acunarte en mis brazos
para que te duermas acurrucadita
que mi corazón te abrace y
en ese abrazo renazcas negra negra
la pantera partera inaugurando un mundo
donde entremos todos
Tiken ay ay ay
me haces crecer alas
mientras la mañana se alarga en grises infinitos
y de tu mirada nacen lluvias que nunca
han de alcanzar para lavar
tanto pecado
Tiken ay ay ay
canta.

XXV

Palabra de mí
del animal que duerme en mis ingles
de mi fuego que arde sin quemarse en los leños del templo
del miedo que insiste en beber el cuerpo de mis hijos
palabra de mi
de mi entraña que ha bebido el largo trago del dolor
de mi caballo de extraviados sueños
de la niña que constriño la hormiga para entender su movimiento
de ese planeta de lloviznas rojas
protector de las embarazadas y las promiscuas
palabra de mi
de esta locura que me salva del infierno
del escupitajo que mi rostro recibe
de mi de ni de a veces de siempre
mariposa
palabra
que no deja a mis manos
ceñirse al
cuello
de mi palabra

MUJER MIRANDO UNA FOTOGRAFÍA

La sombra desciende sobre su espalda
Pesa como el dolor que cae de sus ojos
Mira una fotografía
Se empecina en mirarla
Ha regresado al bar de la estación
Donde se cobijó junto a su maleta
Cuando bajó del tren
Era entonces
Cuando sus pies tocaban la tierra prometida
Cuando en sus mejillas florecían las camelias
Ay ay cuando la ciudad se le entregaba
Ella ha regresado
Pide una taza de té
Repite todos los gestos
Repasa los pasos
No encuentra el error
La ciudad y su sombra se relamen

X

el ojo de la niña
penetra los tules de la caja de madera
donde duerme la abuela
el ojo de la niña
percibe las formas del sexo de los hombres
bajo las cremalleras y los botones
el ojo de la niña
a través del ojo de la cerradura
observa copular a los ángeles
sobre el lecho de su madre
el ojo de la niña mira y ve.

-VII-

Te dí un tiempo
Luego te dí una idea hecha con barro de mi cuerpo
No supiste entender el mensaje
Las palabras abreviadas en papeles gastados te pudieron
Y el abismo abrió grande sus fauces
Yo de un lado
Vos del otro
Se hace necesario ahora que regreses
Las señales que dejaban mis pies a orillas de tu camino
fueron arrasadas por la creciente que se bebió todo
Pero se hace necesario
tu regreso
Al amanecer te oí hablar en sueños
Me nombrabas como quien nombra a un huérfano
Yo vibraba al lado de tu cama
esperando oir el sonajero de tu risa
Esa que soltabas cuando peinabas mis cabellos con los dedos de tus manos
Y decías en voz muy alta
“ en la cabeza de esta niña se han puesto a vivir los pájaros “


GLORIA DÀVILA ESPINOZA
(Perú)


LA MUJER DE ROJO EN SIETE COLINAS

I

Mujer frontera insurrecta de Saba
ya casi no me acostumbro a tu parada de tren en mariposas
a tu estación de torpedos
estigmas de milagros
amuletos de fósiles
diluvios en hierros
soledad en viejos desiertos
travesía de buitres en acecho
bálsamo de calvarios
voy en silencios debajo de tules y cerbatanas habitadas
como cuando la noche te llama
para pintar tu blanca cabellera en una sombra
que arranca los cielos por doquier
redimiendo el oficio de liturgias
en lenguas de exultación.

II

No quiero llorar a cántaros
y entre el fuego eterno me consumo para ser la Khalo
revolviéndome en el blanco espiral
hasta el hartazgo en pinceles de Rivera
en donde es posible soñar a complicidades de vértebras
y restando pienso arribar a tus manos-firmamento

e ir a la caza de anhelos pérfidos a cubrirme de tu negro coral
en tanto escalinatas y trenes vayan en marcha enredada
para ser lianas y no dudo que sea
la primera vez que duerma a campo abierto
ni tampoco la última estación de agoreros espacios
cubriendo mi única máscara pintada de sirenas

 III

Quiero cantar a mares para ser
tu Penélope en telares y arcos de saetas
o quizá tu Juana de Arco y nacer en Domrémy,
pero me sintetizo entre la gota fría de tus fuegos regresando todavía más
a mostrar mi rostro fiero
para que el camino no trace mis nostalgias
de saberme sombría y ser a tus antojos
de miradas tu desértico arenal en la que en tus labios apenas sea el leve ronquido de sus cuerdas
gritando al torniquete de mis células
mientras una nube turbia se pinta de amapolas consumadas
frente a tu asombro que no tiene fin.

IV

No quiero ser mujer color brisa en Calcuta
y entonando galopes
ir convertida a zumbido de moscas
abejas y enjambres
en donde sufre tu María Magdalena
que no es roca ni aire
apenas una gacela huyendo de su caos y acaso no de su alma polvorienta
para no ser un accidente más en medio de purpúreos días de gólgotas.

V

Quiero ser Elena,
mujer de rojos espejos riendo a carcajadas
pero me diluyo en mieles lechosas de hielos pétreos
y es posible que los pasos de un caballo de madera
se sumen a rieles de un tren
huyendo del mundanal pintado de ébanos
respirando abandonos y batallas
navegando en sospechas de ser musa traicionera
y porque hoy por enésima vez la Eva del paraíso ha vestido mi rostro
voy a escarbar tus rastros por eso ven
y visita tu fuente para dejarme convertida
en reflejos y escamas de peces, pelambres, pezuñas y cascos
aquellas que irán al acecho de tristes trashumantes vestidos de cuervos sin piel.

VI

Roja mujer de esperanzas intentado ser
tu Cleopatra
curvando el mundo en cuclillas
preñada de raíces en bardos
para ser otoños y hojas caídas
de leyes extrañas a tus oídos
lunas vibrando en un escondite
de mudos estallidos de alquimias
quiero ser.

VII

Ejercito hoy ser las raíces de tu árbol
en escamas
tu explosión de miradas en pugna por ser:
mujer árbol
mujer río
mujer sol
mujer manos
para tus pocos cartuchos blancos
que erigen hoy paz consumada
que en retornos de casas luceros y caminos
de ausentes diálogos sumada para ser agua
que no reste la vida a cuenta gotas.

VIII

Mujer hormiga
mujer pájaro
mujer catarata y fuego
mujer ceniza y tiempo
mujer útero de estrellas
mujer bandera y patria
mujer frontera sin hito
mujer flagelada por el hambre
mujer antorcha de caminos
mujer maíz y sed
mujer en procura de la inmaterial fábula
de postulados parmenídeos
camino en tus sandalias que nunca se gastan
para ser tu rapsodia y antologías
de escalinata a parodias
volviendo a tu estoicismo retorno
en esta fragua del logos universal.

IX

Quiero ser tu Catalina,
mujer-hamaca de pieles y arco iris
abanico de torrentes escarnios
para que juegues con tus dados perdidos
y resumes diciendo
ésta es tuya y la otra también
y tus dinastías hayan perdido su color
y mis blancas pieles se tiñan de batallas
en manos de alfareros
por marcar los pasos del mundo
sin medir el termómetro de tus fanegas y arrobas de suspiros
debajo de una puerta cerrada para ser catequizada estratósfera
porque tú eres mi cáliz, mi fe y mi cruz
te persigo en el olvido del tiempo inmutable.



ILDIKO NASSR
(Argentina)

 

MUJERES

estamos hechas de voces

infinitas que se reproducen

con el silencio
algunos pasos dan cuenta
de lo solas que estamos
oímos cómo los fantasmas
se sumergen en nuestras camas
y deambulan habitándonos
solas solas solas
a la orilla del delirio
y la desesperación

HOSPITAL

todos los caminos del laberinto
conducen a espejos
las sonrisas escasean
la pesadumbre del murmullo
se entremezcla tejen aros
de incertidumbre falsa alegría
la muerte nos ronda
a la esperanza ahuyenta
el dolor cae entre las manos
que salen del delantal blanco
sonrisas de mentira consuelo ficticio
rozan cuerpos
nada cambia
la muerte sigue
entre los enfermos
no hay esperanzas:
ella siempre gana

EL ÁRBOL DE LA VIDA

fundidos en el abrazo más profundo
nos amamos con diferentes cuerpos
a lo largo de toda la historia de la humanidad
fuimos Adán y Eva
Tristán e Isolda
Frida y Diego
fuimos todos hasta hoy
que sólo somos vos y yo
regando el mismo árbol
que miramos desde hace años

QUE ES LA POESÍA

nadie le dijo nunca qué es la poesía
le dijeron que no debía comer con las manos
ni ensuciar su ropa
le prohibieron mirar descaradamente a su alrededor
y comer las tortas de barro y flores con las que jugaba
le enseñaron a no mentir ni a robar ni a engañar
mientras ellos mentían, robaban y engañaban
le contaron el cuento de los siete cabritos
le leyeron algunas historias de las 1001 de sus antepasados
y otras de un pueblo lejano llamado Nazaret
y de algunos héroes con nombres de perros (sus perros)
Sansón, Sultán, Diana, Apolo, Jonás, Jesús, Josué
(miles de animales pasaron por su casa)
pero nunca, nunca le dijeron qué es la poesía
eso tuvo que aprenderlo sola, a fuerza de golpes y noches de insomnio

ENTENDER

si oyeras cómo suena
tu nombre
en los pasillos y cuartos vacíos
de esta casa
deshabitada
te darías cuenta
de la profundidad del mar
y del encierro
en la inmensidad de tu ausencia
entenderías lo que es la poesía

SEI SHONAGON

sei shonagon vivió en japón en el siglo X
emily dickinson vivió en estados unidos en el siglo XX
ildiko nassr vivió en argentina después del golpe de estado
más sangriento de la historia de su país
nunca escribió un gran poema como shonagon o dickinson
pero la poesía le mostró su piel una noche de amor
y jujuy le brindó un banquete de imágenes mágicas 


LILIANA ANCALAO
(Argentina)


ESTA VOZ

ella respira en la membrana
de un tambor remojado en la garganta
desde la piel de cueros costurados
hasta la aguada de los teros
lejos
a veces
cuando pienso las alturas
soy un cóndor que se arroja contra el frío
arrancándose las alas en el filo de los pinos
y los volcanes se hacen llamas en los dedos
y me truenan los potros torturados en las
venas
y esta voz
que es ceniza en los labios
pretende ser cascada en el desierto
desde la sangre caer mi llanto
gritar
hasta el abismo del silencio

EL IDIOMA SILENCIADO

Sólo fue hace cien años, sin embargo para mi generación parece que hubiese sido en un tiempo mítico. El pueblo mapuche se movía con libertad en su territorio, la gente se comunicaba con las fuerzas de la mapu. Mapuzungun significa el idioma de la tierra. La tierra habla, todos sus seres tienen un lenguaje y todos los mapuches lo conocían.
El mapuzungun era la primera lengua y se enseñaba y aprendía en condiciones óptimas. A la sombra de los ancianos crecían los nuevos brotes, el verde perfecto que luego estaba delante de los rituales. Cerca del agua.
Las mujeres cantaban los tayüles que transmitían la fuerza, y el orgullo de ser quien se era no era un tema filosófico en cuestión.
Pero la muerte que desde 1492 venía cercando a los pueblos originarios de América cerró su círculo en el sur. La guerra del desierto, el malón winka, significó la derrota militar, la ocupación del territorio por parte del estado argentino. “Cuando se perdió el mundo” hace cien años.
El mapuzungun se volvió el idioma para expresar el dolor, el idioma del desgarro cuando el reparto de hombres, mujeres y niños como esclavos. Un susurro secreto en los campos de concentración. El idioma del consuelo entre los prisioneros de guerra. El idioma para pensar.
Fue el idioma del extenso camino del exilio, la distancia del destierro. La larga marcha de nuestros bisabuelos hacia las reservas. Ka Mapu.
A nuestros abuelos, les tocó ir a la escuela rural y hacerse bilingües a la fuerza. Aunque fue el proscripto de la escuela y los maestros enseñaron a los niños a avergonzarse del idioma que hablaban en su hogar, el mapuzungun siguió vigente. La lengua de la tierra estaba en el aire de la oralidad y “la castilla”, en la escritura borroneada de los cuadernos.
Antropólogos-lingüistas, ka mollfunche, hicieron intentos de escribirlo, armaron diccionarios y gramáticas. Así como intentaron atrapar el territorio entre los alambrados, intentaron atrapar el sonido del mapuzungun en grafemas occidentales.
Pero al interior de nuestro pueblo la política del avergonzamiento hizo estragos. El mapuzungun pasó a ser un estigma, la marca de inferioridad de quienes ingresaban forzadamente al sistema capitalista, como mano de obra barata.
Tal vez fue una decisión de los ancianos el dejar de enseñarlo. ¿Pudieron reunirse? ¿Pudieron conversar en mapuzungun sobre el futuro? O simplemente callaron. Evaluaron que sus conocimientos ya no servirían, que los nuevos brotes podrían manejarse mejor sin ellos, en este nuevo mundo, siempre amenazante, siempre señalando, siempre acusando, siempre sonriendo.
El mapuzungun fue el idioma de la conversación de los ancianos, el idioma para convocar a las fuerzas en la intimidad del amanecer. El idioma para guardar. Para callar.
La ciudad fue una posibilidad laboral y una posibilidad de estudio para los brotes. Se vinieron nuestros padres monolingües, sin ngillatun, sin mapuzungun. A cambiar el ciclo natural del tiempo por horarios de trabajo y calendario escolar.
Y nosotros ingresamos a la escuela del barrio, portando rostros y apellidos, sin idioma del cual avergonzarnos, con el castellano como primera y única lengua. Sin historia, sin memoria.
Hablo de Puel Mapu y de la historia de mi familia que es la historia de muchas familias y que explica la pérdida de nuestro idioma como primera lengua, en la mayoría de mi generación. Hablo de una lengua milenaria y la ignorancia de los hombres que proyectaron un país sobre un territorio pleno de nombres, fuerzas y significados; silenciándolo. Hablo de lo que nos perdimos. Todos.
Todos los que nacimos sin saber el nombre de cada planta, cada piedra y cada pájaro de esta tierra.
Yo desperté en el medio de un lago, a boqueadas intenté decir gracias y no supe las palabras. No me habían sido dadas. Encontré en la poesía en “castilla” la posibilidad de expresar algo de la profundidad que me inundaba. Y la nostalgia de dios, es decir, de una cosmovisión, me llevó por el camino a recuperar su idioma.
Cuando se cumplieron los 500 años del desencuentro, empezamos a aparecer de entre las matas y cada vez fuimos más regresando a nuestro origen. Haciéndonos visibles. Mapuche ta iñche fuimos diciendo para reconocernos y reparar un poco el daño que nos hicieron.
El mapudungun es el idioma de recuperación del orgullo, el idioma de la reconstrucción de la memoria.
Las condiciones de enseñanza y aprendizaje de nuestro idioma son cada vez más dificultosas en la medida en que pasa el tiempo y van muriendo los ancianos portadores del conocimiento. Urge una política lingüística por parte del estado que aporte con recursos y acelere el proceso de recuperación del idioma. Proceso de recuperación en el que además de la oralidad, adoptamos la escritura y pensamos métodos de enseñanza y aprendizaje de nuestro idioma como segunda lengua.
Ir aprendiéndolo es un camino de asombro. A mí se me agranda el corazón cada vez que explico que en el mapuzungun, además del singular y el plural, existe el pronombre dual : iñchiu significa “nosotros dos”, eymu significa “ustedes dos” y fey engü significa “ellos dos”. El par es el equilibrio en nuestra cosmovisión.
Aprendo y practico las palabras para convocar y propiciar las fuerzas. Vivo en la ciudad donde ejerzo mi profesión y en la que me cuesta no sucumbir al individualismo occidental: Kishungenelan es la enseñanza que nos dejan los ancianos.
Pienso en castellano y escribo, luego traduzco con torpeza al idioma que me seduce con su inmensidad y profundidad azul.

GLOSARIO
Mapu: tierra
Zungun: habla, idioma.
Che: gente
Tayüll: canción sagrada del linaje familiar
Winka: extraño, enemigo
Ka Mapu: tierra lejana
Ka mollfunche: gente extranjera, de otra sangre.
Nguillatun: ritual propiciatorio
Puel Mapu: tierra del este, actualmente Argentina.
Mapuche ta iñche: yo soy mapuche
Kishungenelan: no me mando solo/a

POESÍA EN EBULLICIÓN Y TRANSPARENCIA

Escribimos hoy en un territorio de límites difusos y en proceso de transparentarse.
La función de nuestra poesía como actividad actual del pueblo originario mapuche es aportar a la tarea colectiva de devolver la transparencia al territorio. Un territorio de tiempos y espacios reconstruidos desde la memoria y la militancia.
Vivimos en un territorio del cual se ha escrito mucho, un territorio sobre el que los vencedores militares  y financistas de la guerra del desierto-pacificación de la araucanía han mentido  durante 120 años.
Vivimos en un territorio saqueado ya y en el que sobrevuela la rapiña con sus garras sacrílegas, despiertas
Transparentar es desmitificar, descolonizar, recuperar y resacralizar.
Decir que nuestro territorio se va transparentando implica desmitificar este espacio como fin del mundo e instalarnos, cada vez que escribimos un poema,  en el principio del mundo, este principio que nos hace originarios de Wangelen y sobrevivientes de la furia de Kai Kai.
Hacer transparente el territorio es descolonizar el discurso difundido sobre nuestro espacio que nos ubica de un lado u otro de la frontera. Seguir  andando con nuestras palabras, circulando desde el Atlántico hasta el Pacífico y desde el Pacífico hasta el Atlántico. Usar la cordillera como puente como lo hicieron nuestros ancestros y como lo siguieron haciendo nuestros parientes y amigos: escapados cuando los ejércitos criollos, exiliados cuando las dictaduras, corridos cada vez que el hambre, urgidos cada vez que el amor.
Descolonizarel discurso dominante es derrumbar monumentos, cuestionar próceres, rasparnos ese discurso con el que nos enseñaron a avergonzarnos de ser quienes somos
Transparentar el territorio es recuperarlo tomando como referencia la transmisión oral de los ancianos señalando desde su memoria: “aquí estaba el rewe, allá el potrero,antes de que el winka corriera el alambrado”. Recuperar el territorio es denunciar cuando nos matan a los hijos y no aparecen los culpables, o los absuelven. Hijos asesinados  a veces sin tiempo de saber de qué linaje vienen.
Transparentar el territorio es volverlo a sacralizar, recuperar las ceremonias y los rituales para  venerar las fuerzas del planeta e instalarnos en el ciclo natural. Circular en nuestro territorio agonizante, con la conciencia espiritual de nuestro planeta herido, aquí, donde todo es altar,vulnerado por herejes suicidas.
La función de la poesía hoy, al sur del sur, es hacer transparente nuestro tiempo y nuestro espacio  usando el arma poderosa en que se trasforma la palabra, cuando la estética hunde su raíz en la ética.
Ser poeta originario mapuche es ser investigador, historiador, antropólogo,semiólogo, lingüista, celebrante.
 Ay de nosotros ahora que los lamngen depositan en nosotros las imágenes de sus recuerdos, las historias de sus familias, las denuncias de los abusos.
Ay de nosotros ahora que los ríos nos están mirando para ver cómo los traducimos en palabras
Sean felices con su raíz, nos dijo el machi Collipal, y escuchamos cómo lloraba el bosque en su voz  quebrada.
Somos felices, cuando logramos un poema, ese canto que a veces brota de nuestro cuerpo.

WIÑOY TRIPANTÜ QUE NOS LLEGA

El planeta gira inclinándose hacia el sol y las aguas del mar no se caen. La luna sigue morada últimamente,y nosotros aquí puntitos apagados, yendo y viniendo por el cemento, por esos derroteros del trabajo, al barrio, a la escuela, al centro, a los mercados, a los edificios hostiles y sus vidrios. Casi  apagados, desenredándonos cada tanto de los garfios del consumo y su despliegue de horarios, sueldos y oportunidades.
Con cautela,vamos protegiendo las responsabilidades y obligaciones elegidas, y  los amores. Nos deslizamos intuitivamente para no tropezarnos con los wichanalwe que ya no nos reconocen y nos matan la poca ingenuidad que nos quedaba, en una esquina.
"¡Es el año nuevo!" nos avisan, unos ojos atentos en el medio del remolino, y en el aire ya está, hace rato, el tiempo verdadero.
Agua que hemos de beber en esta amanecida, para encender la sed.
La sed que dure como un leño de molle hasta el próximo regreso.
Agua que se deslice y arda por las grietas del desprecio.
Agua que restaure nuestra condición de che en el wall mapu transitado.

PALABRAS PODEROSAS, RECUPERADAS

Las palabras del poder y el poder de las palabras

La palabra del poder es olvido.
Por eso la palabra memoria tiene tanto poder

La palabra del poder es ignorancia
Por eso la palabra conocimiento tiene tanto poder

La frase del poder es solamente hoy
Por eso se tejen juntas las palabras pasado presente y futuro, con tanta persistencia de raíz.

La palabra del poder es yo
Por eso la palabra nosotros tiene tanto poder

La palabra del poder es distracción
Por eso la palabra poesía tiene tanto poder.

La palabra de la identidad bastardeada es mapuche, una piedra palabra depositada en el fondo del lago, cubierta por la historia de fango que otros escribieron.
Newentuy kürruf el viento que en el 92 agitó las aguas turbias y devolvió a la playa el cadáver de los barcos de cinco siglos oxidados
Piedra palabra  kura zungun mapuche, encontrada en el lago, para limpiarla y pulirla con conocimiento, darle la forma de una flecha kimun.
Palabras como flechas nos atravesaron el presente y nos hirieron de vida en Comodoro Rivadavia waria, Ñamkulawen lof el nacimiento entre relojes y distancias de ripio.

Hicimos memoria, encendimos el fuego y convocamos la presencia de nuestros abuelos, los antiguos, futakeche que nos trajeron al león, pangue lamngen, cazando guanacos para alimentarnos cuando la huida. Nos trajeron al tigre, nahuel lamngen, y sus lágrimas que se deslizaban lentamente escuchando el relato de nuestra muerte.
Nahuelpalabras, guiándonos de regreso al territorio, señalando la aguada del descanso cuando el malón winka.

Palabras pañuelo nos ajustaron el cabello en el rocío de la madrugada, trarilonko, trapelakucha, lien palabras zomo concentraron la cabeza, y nos cubrieron el pecho, cuando el mushay nos ablandó los tahilles en la lengua de la Mapu.
Trawn palabras y nos amuchamos como los pájaros de Elal, ¡ marichi wew! ¡ marichi wew! el saludo al territorio y la memoria recuperados

Purrun palabras danzando el círculo en la tierra, el ciclo renovado en nuestros hijos, mañana serán del mundo, dice Maribel, pero con memoria lamngen. Epu piñein, epu ke pichi wentru mis newenes.
Purrun palabras aún cuando casamiquela, benetton, hanglin o colabelli
Palabras en el idioma de la Mapu reparando el daño que nos hicieron, ñamku palabras mapuche ta iñche

Kütral palabras encendidas como leños de molle en el estómago, mawun que cae suavemente, akuy we tripantu akuy we tripantu aifiñkuley Mapu aifiñkuley Mapu choz rayen plan rayen kalfu rayen kolürayen

Palabras Charqui en la mochila camino a casa en la waria

ESCRITOS EN DIADEMA

Nací  en el hospital de Diadema. Allí regresé cuando me internaron  como a los ocho años porque tenía manchas en los pulmones, tengo la memoria de las baldosas brillantes de los pasillos.
 Mi casa era la 176b, era una casa pegada a otra, en el barrio santa bárbara patrona de los mineros.
 Diadema es una marca, un estigma, una mancha indeleble que transporto. Es la patria de la infancia, el patio grande del campo, los cascarudos, la arena en las zapatillas, y los calafates llenando las botellas de vidrio. El cura Martínez , la señora Preseren, la señora Minatti y los mínimos huevitos de pascua que lograban la asistencia perfecta a una misa del Domingo, ese día no faltaba ninguno de los chicos del barrio La Tranquera y del barrio Iglesia, entre los que estábamos los Ancalao.
En Diadema todo era caminar o correr. Caminábamos hasta el puesto verde, por las casi huellas que dejaban las chatas de la empresa en sus recorridos por los pozos. En el puesto verde había peras, verdes, y membrillos. y pingüillas, en los alrededores de la casa. y había ratones más arriba donde los álamos, los sauces y los tamariscos se enredaban en su libertad de crecer sin poda.
Una vez había una pareja de ancianos viviendo entre chapas y trapos, recuerdo un rostro pálido, sin dientes y sin voz que nos miraba desde su asiento de tierra. ¿quién los había depositado allí?
 Caminábamos hasta la roca de los nombres, en subida, con el sol vertical de las dos de la tarde en el verano. descansábamos siempre en la misma piedra. Sorteábamos siempre la misma tuna. Nos resbalábamos, siempre en el mismo pedregullo blanco de almejas molidas. Y nos estudiábamos siempre con la misma lagartija de ojos fijos.
Llegábamos, a buscar un lugar donde escribir nuestros nombres y se nos iban los ojos para el lado del arenal. Seguíamos nuestro ascenso al techo del mundo. Y llegábamos allí para largarnos rodando.
Caminábamos, a la escuela, con el guardapolvo que el sindicato entregaba a los hijos de los obreros. un guardapolvo de tela gruesa que mi mamá almidonaba y planchaba. El lunes comenzaba despegando los bolsillos pegados con el almidón y continuaba con la carrera cuando el sonido del pito de la empresa nos sorprendía a mitad del camino.
Caminábamos hasta el mercado de fuertes, hasta la panadería de los grifits,  o hasta la librería de barta
Caminábamos hasta el mercado de valera en el barrio la tranquera. Por el camino o por la vía.
El aire era limpio, el viento suave. El sol entonces, era bueno.


LINDANTONELLA SOLANO MENDOZA
(Colombia)


JINTU DE WOLUNKA

Seré acaso una jintu de wolunka
soy el hilo roto que dejo la walekeru,
la huella de Paulina Epiayu
el camino de ipa y la hormiga
la gota de jaipai en el asahi,
el sueño de mi tio abuelo Sandalio;
una polowi en un Rio Ranchería
que foráneas sanguijuelas
traman desviar su cauce,
mi eiruku es jasai
kashi en creciente
Estoy en un desierto de susha,
jalashi waya- donde estamos?
En la palaa de kataóu o en el laberinto de yoruja? somos aun yotojoro, cactus o un pichiguel perdido,
estamos dentro del corazón de una iguaraya
En el palabrero camino,
Wayuu, Guajira, taya wanepiia

Sumaigua desnuda – poemario Inédito

TODO ESTÁ BIEN

Bien está que se viva y que se muera
Salvo mi corazón, todo está bien.
Eduardo Carranza

Una vez por mes,
entre la súbitas miradas de mi cama,
los cachivaches, muebles y paredes;
paseo desnuda evocando la dulce
presencia del paraíso;
lo he buscado infructuosamente,
y ni siquiera el espejo
lo retracta,
ese fantasma que extraño,
su voz de canario,
y su risa de espuma,
se han desvanecido,
como los días que se comieron las horas añicos
Y nos deja solo recuerdos,
como se desaparecieron los unicornios,
se fugaron buscando,
un horizonte propio,
un refugio

EN LA CUERDA DEL SILENCIO

Tú eres la saliva de un vocablo
bajo la luz de la luna.
Héctor Rojas Herazo

Es inútil embriagarse de lo perdido,
la misma silaba
Tiembla en sollozos,
por la mortaja del silencio,
la boca es un muro
con grietas de muerte
Trata de calmar
el trueno del insensato
que custodia a la vida,
ese fantasma que se nombra
en voz baja;
en el ruidoso porvenir
De esta cabeza donde hierven
las piedras de la eternidad.

Acantilado del tiempo editado en Suecia

EL SILENCIO ES UNA PUERTA

Por ella se divisa una bandada
de papeles en blanco,
muerde al viento,
de los últimos hombres,
cuando Prometeo ha derretido
el nido de las hormigas
Los ojos son;
serruchos roídos
por el marco de
esta casa en derrumbe.

Acantilado del tiempo editado en Suecia

IDIOTA

“Este comezón del tiempo, sigue arañando mi espalda”.

El tiempo
Se hace el amor
y no recuerda;
segrega sombras
Como gusano,
desprende migajas
Y es un idiota
más de este siglo
Sanguijuelas
Chupan la sangre de mma,
exprimen su vientre,
hemorragias de carbón, sal, aire y gas…
destila...
Hoy solo transfusiones para algunos parásitos foráneos
y la anemia de oriundos
Solo tiene un medicamento
gotas de espera
y conformismo.

DESPREVENIDA TELA DEL SIN RETORNO

“Lo más terrible se aprende en la vida y
Lo hermoso nos cuesta la vida”.

A José María, a los jóvenes y niños
Que desaparecen sin razón.

Ruiseñores
parten cuando
apenas su alba
entra en el vuelo de la brevedad;
las flores aún los acarician
y el día de las sonrisas
empieza su baile;
entonces una lluvia
presurosa y púrpura,
los hace caer en la desprevenida
tela del sin retorno.

LOS SUEÑOS DE SECURRU

kashi -luna saborea el aroma
del viento,
cuando danza el agua
en los ojos del caminante,
los hijos de Mma - tierra
son espectros de kai - sol
un llanto con sangre y espinas
brota de mma
recorre a jepirra
Aún sigue en
destierro juyaa - lluvia,
clavada sigue
la sed de los Wayuu.

ABYAYALA LLENO DE INTERROGANTES

“América, no invoco tu nombre.
Cuando sujeto al corazón la espada,
Cuando aguanto en el alma la gotera”.

Pablo Neruda.

Me vine sin permiso,
la carretera de palabras
se escurre en el alud del tiempo
y el silencio.
Llego con la voz rota
y mis pies negros ancestrales
recuerdos que encadenan,
los ojos derraman el azadón
y las cenizas del océano
En este Abyayala* lleno de interrogantes
cruzando el humo lila que recubre su cuerpo incierto.

*Abyayala; Nombre primigenio dado por los indígenas al territorio hoy llamado América.



 MARIA CLARA SARUPHI
(Ecuador)



...en tus ojos encontré la fuerza del misterio amor,
mi corazón se tranquiliza cuando te miro,
no puedo caminar sin tus manos apretando los míos,
no sé pedir,
si no doy.
Entre la luna y el sol
entre la noche y el día
no te vayas de mis ojos,
quiero ser camino de tus pies.

MARIPOSITA VIAJERA

Despierto en tus alas
mariposita viajera
levanto el vuelo
anidando en cada parada,
soy oruga de paso
viento y arco iris llevo en mis sueños
Mariposita viajera
adoptas cuantos colores
pinta el verano
entras sin golpear
y si lista estuviera la chichita
enamorada te quedas allí
A veces te llaman bruja
y tu risa
ya no es de cuna,
qué me importa si fueras bruja
si en la ventana de mi alma
nace la fuente de la cascada sagrada
Mariposita viajera
con tu corazón abierto
iluminas a las estrellas del cielo
y tu sonrisa
cuesta menos que la corriente eléctrica
y da más luz
que la energía nuclear
Inspiración de la luna y la tierra
guardiana de los bosques
son tus alas, una lanza en tus manos
en el agua de la vida
navega sin temor
en cada aleteo
no te canses de volar.

EL MISTERIO DE TU VOZ
Poema dedicado al Padre Creador

En tu sabiduría y amor formaste al hombre
en él estaba ya mi nombre
y el de todos tus hijos
en la copa de los árboles
creaste el coro de las aves
serenata única que acaricia mi piel
en cada amanecer
En el corazón de la tierra
plantaste la semilla
en las manos del niño
pusiste el pan de cada día
en los surcos de la vida
el rostro de un anciano
Son tus manos un panal que almacena
las caricias y lágrimas de tus hijos
cascada que desata cadenas
río que almacena los peces
puerto que cobija a la arena del mar
Tu corazón un cielo de arco iris
poblado de colores y sabores
en cada latido pronuncias mi nombre
en cada contracción me amas
tatuada me tienes en tus ojos
Susurro de caricias es tu voz
perfumada está con el color de las nubes
adornada con flores de sekut
caminar de tu brazo quiero
en mis noches de miedo y temor
Heredera de tu amor quiero ser
en el corazón de tu existencia
quiero estar
Embriágame con tus besos
Embriágame con tus besos alma mía
besa mis labios
desenreda mis cabellos con tus dedos de seda
y descubre con tus manos, el anent de sekut
desata, el makich de mis tobillos
el shakap de mis caderas
desnuda estoy y espero por ti.
Habita mi casa
tómame, con la suavidad de tus letras
y quema mis miedos
con el fuego de tu piel
Recoge mis pasos
con los remos de tu balsa
acércate a las orillas de mi playa
es el puerto de naikim
Embriágame con tus besos
con la chicha masticada
y la saliva envenenada
con la sabia de Arutam
No te alejes vida mía
despertar quiero
en tus brazos de algodón
y sumergirme
en la profundidad de tu abismo
y quedar dormida,
en la piedra de tus ojos.

EMBRIÁGAME CON TUS BESOS

Embriágame con tus besos alma mía
besa mis labios
desenreda mis cabellos con tus dedos de seda
y descubre con tus manos, el anent de sekut
desata, el makich de mis tobillos
el shakap de mis caderas
desnuda estoy y espero por ti.
Habita mi casa
tómame, con la suavidad de tus letras
y quema mis miedos
con el fuego de tu piel
Recoge mis pasos
con los remos de tu balsa
acércate a las orillas de mi playa
es el puerto de naikim
Embriágame con tus besos
con la chicha masticada
y la saliva envenenada
con la sabia de Arutam
No te alejes vida mía
despertar quiero
en tus brazos de algodón
y sumergirme
en la profundidad de tu abismo
y quedar dormida,
en la piedra de tus ojos.

LLEGÓ UTOPÍA

Mojándome completa, como lluvia fresca a la madre tierra
con olor a humo de leña mojada
con sabor a páramo
y el perfume de la chukirahua
se hermana con el canto del paují.
No tienes ojos
y miras cómo el vendaval
deshojando los índices que cobija cada párrafo
que acurrucas en tus páginas de colores.
No tienes manos
aun así, moldeas mis sentidos
y desnudas al siglo XXI que cobija a los años, y los días
compuesta con sonidos dulces y rústicos.
Besar tus letras quiero
sin el roce de mis labios.
Donde no hay cicatrices,
ni cortinas que ocultan tu rostro,
La libertad de no tenerte
hace intensa tu permanencia
coqueta y juguetona, persigues mis pasos
como un árbol florido
de un color sin fin.
No sabemos si estás o no estás
abarcas mil historias más allá de tus ojos
siempre al borde de noticias que trae el viento
como el rugido de un jaguar
o quizá una anaconda
piel grafiteada, cubierta de sueños
no recuerdas el infinito.
María Clara Sharupi
No eres amenaza a mis sueños de niña
ni a las pesadillas pintadas en un descolorido cofre metálico
ni a mis pies descalzos
negándose a usar tacones de punta
tampoco a las sonrisas hipócritas que deshojaron mis lágrimas
sin herir mi alma.
Pienso en mi amada selva
en bejucos columpiándose de un árbol a otro
una gota de curare refrescándose en la punta de una lanza
poseídos por el polvo mágico de la ayahuasca
donde nace el artífice de la vida.

COMO PUMA HERIDO

Un libro ardiendo en llamas
es triste como puma herido
anaconda sin piel
cielo sin nubes
río sin piedras y sin peces
árbol sin musgo.
Es cascada sin Arutam
Cuentan que un papel lo aguanta
todo quizá por ello el misterio abarca letras sin fin
pero es tan frágil al fuego
las llamas asesinan sus páginas
las letras son manojo de cenizas
el agua difunde las ideas y ondea en sus hojas
hasta volverlas truenos, relámpagos candentes
Que las palabras sigan vivas
las ideas no pernocten
las imágenes dancen al son de los tambores
la música sea sonidos sonoros que lleguen al corazón de Iwia
Evoco la memoria de mi Madre
pegada a un libro e hilando sus letras
queriendo interpretar colores y sabores
pienso en mi Padre
junto a la hoja de un cuaderno
tratando de esculpir formas esquivas
para enseñar a sus hijos a descubrir en cada letra
el cordón umbilical de la sabiduría ancestral.
mi herencia para ti son las voces de la selva
y todas sus criaturas
que con infinita ternura
dan luz a la vida
Tomo un libro entre mis manos
siento el sabor de sus letras e invento palabras
para que se perpetúen
semillas para habitar en todos

*
Como Nantar y Namur (Nantar nuyá Namur anin)
No es fácil reconocer que habito en mí
la envoltura que me cobija
no es el tarach-i que tejió mi madre nunkui
tampoco es la piel de Shakaim
ni su sangre hecha color
sin embargo
el perfume que me adorna
seduce mis instintos y despierto cobijada por los brazos de Arutam.
Dedos mutantes que trajeron los conquistadores
pretendieron confeccionar mi destino
como el águila me deslicé bajo la piel del viento
jíbara fue el nombre con el que me latiguearon
ráfaga de municiones y pólvora fue la semilla en mi corazón
tomaron para la corona española
los más sagrados manjares para calmar su sed de piedra muerta.
Despierto nadando en un mundo de ideas nuevas
como Nantar en la chacra de mi madre
con un canto y lloro a la vez
como semilla de yuca
números sin fin.

Namur no ha muerto, vuela libre el guerrero
entra sin llamar
se va sin despidos
nace en cada esperma fértil
en cada óvulo fecundo
en cada palabra que pinto
ni la garra del audaz Ayumpum es tan fuerte
como para callar mi voz.

GLOSARIO:

Tarach-i.-Vestido originario de la mujer Shuar
Nunkui.- Deidad femenina de los Shuar, para la abundancia y la prosperidad
Shakaim.- Deidad Shuar, para el hombre para la fuerza, poder.
Nantar.-Piedra sagrada que utilizaba la mujer Shuar, en la chacra para lograr
abundante cosecha de productos y en los animales de corral.
Namur.-piedra sagrada que utilizaban los hombres para la guerra, la pesca,
la caza para ser valientes y fuertes.
Ayumpum.-Shuar muy astuto, pero fue castigado y desde ese entonces encarnó en un cóndor gigante.


MARTHA OLIVERI
(Argentina)




El DEBER DE LA MEMORIA


Tengo que decir lo que no dicen
ni los arduos silencios
ni las mejillas húmedas
excusa de los vientos
que confunden las lágrimas
Este sobreviviente deber de abrir palabras
sucesiva memoria de aquel juglar anónimo
que transita los siglos de la melancolía.
En clamor de desierto,
digo
en penumbra de cuervos,
digo
en cenizas que nievan en Berlín
en asma ,selva y sueños
que dilatan de estrellas los pulmones inermes
en el hombre-niño que se abraza a la tierra
rogando " Padre si es posible
aparta de mí este cáliz"
En en este gran ostracismo de los tiempos
Digo
Soy una emigración que nunca ha regresado.
Me debo a la palabra en cuerpo y tiempo
me arraigo el desarraigo en cada silaba
Estoy hecha de azures,de ríos que no he visto
de Daubios y pusztas: esas lejanas pampas.
Soy un acontecer que transita los días
"como alguien que ha elegido ser lontananza"

BANALICEMOS

Banalicemos todo, el tintero y su pluma
donde aún late la grana
el amor de las heridas que corren en aguas limpias
sobre las torres del sueño más antiguo.
Banalicemos
el beso de la sed de absoluto, la llama de Lilith
en un lubrico juego del bien prostibulario
Vendamos a bajo precio la cordura del loco
que vengan sobre este estiércol
la furia limpia y primigenia
porque no ha servido
ni la vela del viento acariciando al mar
ni el barco ebrio
ni las mayúsculas
ni los irrebatibles argumentos de los lideres
ni las lagrimas sin voz de los pacíficos.
hagamos una apta orgía mediática
con santas prostitutas danzando sobre el caño
neguemos los pechos desnudos y nutrientes
amemos la esterilidad siliconada
de esta verdad que linda con los hondos misterios
de la siempre inabordable estupidez del hombre
de la siempre in extirpable inercia de los pueblos
de la indigencia atónita que goza
en la costumbre de su propia llaga.
No siempre las rosas acuden al poema
o tal vez la rosa hoy lleve otro nombre.

CUÁNTO HA DE PASAR

I

Cuánto tiempo ha de pasar
otoñando en el cáliz de la furia
que bebemos a diario
míseros cotidianos
obsecuentes sin serlo
obedientes sin grado
cómplices sin quererlo
cómo decir feliz cuando la llama nueva
apaga su potestad naciente en los residuos
y se embolsa en la lluvia de nailon y cartones
anticipado féretro.
Salpicada de lodo y sangre prójima
de corazones pálidos, así está la palabra,
una inútil bendición de preciosismos
un Hybris académico
la “altiva”
Pero no, el verbo es otro
el verbo grita, aúlla
como un lobo vejado
por los hombres domésticos
eléctrico relámpago del alma
devastando su noche entre las teclas
cómo decir lo que sólo
de hacerse puede en hechos
cómo escribir si ya no quedan actos
si se ha muerto el corazón de la poesía
en el centro mismo de su pecho

II

“Padre mio por que me desamparas"
cual padre
de cual hijo
qué sacrifico en siglos
qué coronación de fosas esta historia
qué burla redundando el polvo de sus mártires
a qué seguir la linea
entre dos fechas

III

cómo hemos logrado
de esta tierra tan prójima
un mundo tan ajeno
que todo ya es destierro
Solo un barco en el medio
de la niebla del tiempo
me mira invitándome al naufragio
Soy el barco, soy la náufraga
ese fantasma vivo
de sepia inagotable.
Cuánto tiempo ha de pasar
cuántas generaciones
verán reír al necio
repetido en los pueblos
que consagran
su voluntad anémica
al dios pater.

IV

Llorar los ríos, el mar
¿no lo han notado?
es la más pura metáfora del llanto
y las montañas ...
la soledad del alma sin mas ecos
que la quena del viento
que la arrulla en su pena
no hemos visto las señales en los pájaros
no hemos dejado lágrimas caer en los torrentes
no pudimos unirnos a esta humildad de hierba
que circunda los llanos.
Qué hemos visto de la tierra
qué símbolo nos une a las cuatro estaciones, .
Florecer y morir,abrir la copa
encapullar el cuerpo en un común abrazo
Nada ya es suficiente ni este azul paralelo
ni este amarillo escándalo que enamoró al poeta
el doliente amador de los campos de trigo
y el girasol que sangra.
O la blanca poética de las moradas últimas
donde todo se limpia en la gran perla antártica.
Hemos asfixiado de espejismos
la inocente verdad del paraíso.

CONSUMADO ESTÁ

Errante como la piedra errante
niebla de la montaña
que el abismo recoge
me vestirá la nada
con la gaza intangible
de la intangible muerte.
Como clavel del aire
desarraigada siempre
hija paria del viento
me iré "como quien nace"

YO LILITH

Yo Lilith hija y madre del deseo
En mi vientre aún rugen
mis pequeños de nieve
pidiendo por el DÍA
de la resurrección del ángel.
Sólo el aire y el viento
sólo el agua y la tierra
Y las innumerables cúpulas
que envuelven las galaxias,
a través de los sueños,
podrán dar testimonio
de la fe en su reverso.
Ah piedad de la sed
la luz consiste en eso.
Conozco a los que sangran
resguardo a los que anhelan.
He bajado a los abismos
como Job a su lepra,
como Abraham a su angustia filicida
como el dios en harapos
ante el cáliz amargo
que ofrendó el homicida.
Digo aquí "no más saber
no más libros sagrados".
Yo Lilith, tengo el báculo que mira
a través de los humanos sueños.


MIKI GONZÁLEZ
(Argentina)
 

LA MITOLOGÍA BREVE DEL LAGO Y DE LA CHICHA

Se me nacen los hombres y los árboles
indistintamente.
Tengo un útero preñado de cóndores suicidas
y anárquicos quetzales.
Es que el esperma del blanco se me apiñó sin biblias
y los vampiros del sol, del oro de mis venas
me violaron los hijos,
los hijos y la tierra…
Se me revientan las varices del lenguaje
como si Malinche tuviera el cogote ajado,
a la intemperie...
La garganta india se guarece, sin embargo,
del pluvial mortero de arcabuces y caballos
con la mitología breve del lago y de la chicha.
Tengo dos cosmogonías indómitas
trenzadas en el sesgo de mi guedeja ennegrecida.
No he de conmutar Tupá por Cristo
ni Mama Quilla por María…
Aunque venga la parca a reverenciar las cruces,
aunque venga la muerte a idolatrar milagros.
Me hienden las hogueras, la avaricia, la sangre.
Me dejaré los ojos puestos para mirar al maíz que aún resiste
y no me amputaré los pájaros del vestido mientras dure la caída.
Llega el lamento hediondo de los dioses en la pira
y un perro, ya amaestrado,
se persigna…

MI HÍGADO ZOMBI

He vomitado esta noche, iguanas con mal de amores.
Dicen que los reptiles, cuando aman, tienen tres corazones
y un poema mordisqueado calentando sus vientres hostiles y tiernos.
He vomitado lagartos y nadie sintió asco ni me alcanzó un pañuelo.
He mutilado, a ras, a seis montañas,
pues gimoteaban por un duelo de gorriones,
graníticamente.
No soporto a las piedras cuando lloran la muerte de una pluma
ni cuando se visten, divinas, para seducir águilas.
He mutilado a seis montañas y nadie avisó al guarda parques
ni me sentenció a desayunarme, cuál Prometeo invertido,
mi hígado zombi (lo como de día y crece de noche).
He deshabitado nueve estrellas de su posibilidad de casa para pleyadianos.
Odio la idea de que alguien sea cazador vegetariano de almas luminosas.
Tener que crear margaritas de eternidades
(un Big Bang –los humanos me quieren- ,
otro Big Bang –los humanos no me quieren),
es para los fracasados demiurgos sesentistas.
He deshabitado nueve estrellas y nadie me negó el paraíso
ni me hizo escribir cien veces “No debo”.
Alerta: búsquenme y háganme buena.
No dejen que infecte sus almas de desesperación y pústulas
de zapatos infiltrados de estiércol en lugar de huellas atiborras de eucaliptos,
de cicatrices de lagañas de hielo ni de cuchillos sedientos de nomeolvides.
Es de todos la tarea.

LA TIERRA ES SANDALIA Y CAMINO

Yo era, entonces, la lluvia
¿recuerdas?
Tú: un pájaro mojado por mí, para poder beberte el cielo desplumado
y tenderte bajo mis pupilas de gotas y de ancestros…
Atravesando el puñal del alma y de mi América
dejaste la sangre implume sobre la mesa gastada y los pies polvorientos.
Cuando los zapatos se agujerean, la tierra es sandalia y camino
y las lunas vestido, moliendo huesos nuevos.
Vestido y casi… Piedra sin herencia…
Pero piedra…
Como cascarón usado sin huevos en su costilla
llegaste a devorar el caracú del corazón
de un gorrión anciano y tupamaro.
No hay tanto oro para tanto pájaro con alas envejecidas
ni tanto madero para el alma sin rodillas.
En este sur nadie sabe enterrase:
Ni clavamos nuestro ataúd ni nos comemos las tripas.
¡Ojalá nos absuelvan!
Yo era la lluvia…
Tú: mi tierra y mis puñales.
Me hincaste los tullidos ojos en el osario del edén
y vi dos veces el mundo:
El que tú me narraste y el que astillaron ellos.

EL GENOMA DE TODO EL PARAÍSO

Todo el condesado vudú de los genitales de las zarzas,
(que revela, al incendiarse, ser ídolo en medio de un naufragio de cartones y alacranes),
no daña, a su pesar, las horas que suspiran las gardenias.
Una flor, a veces, incluye en sí el genoma de todo el paraíso.
Un niño ajado y con ojos abiertos
es dos niños cuando, a pesar de la ceguera, continúa mirando.
Dos niños, dos cielos y un mundo acribillado.
La peluca con liendres sobre la cabeza del infierno
pretende ser peinada con cepillo de cerdas de serpiente.
No ser la peluquera condescendiente del averno
nos salva de tragar las costras de los patíbulos.
¿El infierno tan temido?
Siempre puede volverse nirvana la resaca de los dogmas
si bebemos lejía y escupimos uvas.
Las uvas que hemos sido
y el vino que seremos.

SÓLO POR HIPOCRÁTICO JURAMENTO

Como comadrona filantrópica, sus manos van ayudando a nacer
a cada nuevo callo y cada nueva guadaña que,
como bebés engendrados en el vientre de una anciana
y eternamente embarazada sífilis,
brotan de la historieta que han dibujado artistas de necrosada estética,
tratando de subvertir la verdadera historia.
Lo hace por juramento hipocrático
aunque asqueada de tantos alumbramientos de cuervos
mixturados con criptas y mordazas que se les cuelan en las alas.
Las historietas, hoy,
en nuestros pueblos depuestos por los pájaros,
se escriben con muñones entintados en estiércol
que ayudan a cortar el cordón umbilical
de deformidades nonagenarias con chupetes nuevos,
cuya hemipléjica tribu
(la estirpe desde son escupidas las falsedades,
carece de empatía y misericordia con lo humano),
nos arrebata la gloria, los laureles, el puchero,
los zapatos y los pies con gangrena contraída por hambre y por vergüenza.
Cada vez que los genitales purulentos de la patria
nos inseminan con esperma de estropajo y lavandina,
se nos crecen los ojos hasta ver en cada cielo sodomizar un ángel
y nos volvemos el vómito del que harán bandera los hijos de los hijos.
Y ella, la patria, sólo por hipocrático juramento
sigue siendo obstetra partícipe de la mierda.

DICTADURAS VENCIDAS COMO YOGURES SIN CADENA DE FRÍO

Me he injertado tumores a sabiendas en los sinsontes de barato plástico
que se atrincheran en mis alas.
Alas de cotillón, de bisutería barata,
las únicas que tengo para sobrevolar la bosta bisoña de mis granos.
Lo hice para beber el cáncer que debe comprar en las góndolas chinas
Mi pueblo con el salario de dictaduras vencidas como yogures sin cadena de frío.
Mi pueblo que mordisquea alcantarillas y defeca moscas.
Mi pueblo…
Con muñones la tarde llega lenta…
Sus prótesis miedosas desvencijan el viento de los pobres.
Ojalá drenemos el gargajo democrático luego de comer lentejas populistas.
Ojalá salpiquemos caries enmohecidas luego de morder ravioles vacíos.
Ojalá desparramemos hormigas mendigas luego de inhalar veneno para ratas.
Sucede a veces.
Ojalá pueda suceder siempre.
Lo volví a hacer.
Me tragué las costillas del invierno y reconstruí un esqueleto en primavera.


MIRIAM CAIRO 
(Argentina)
I.   

Este poema se escribe con la secreta lentitud de las anguilas.
Con la claridad escurridiza de los peces.
Oscila entre la inmovilidad y el vértigo.
Este poema se impone como última sombra
y penetra la ranura del silencio.
Son hondos sus pasos.
Este poema da vuelta el cuerpo herido de una mujer,
le dobla las piernas,
acaricia lilas
y como un dios pone los labios en el hueco de la ausencia.
Este poema no distingue la luna entre las piedras.
Apaga todas las lámparas.
Teje a ciegas los hilos de una trama imprevista.
Su sombra se acuesta a los pies de un faro.
Este poema es hijo de una esperanza obligada a morir.
No se impone como un vencedor.
No tantea las paredes donde ya no hay salida
ni resiste el sortilegio de las victorias.
Vientos inauditos impulsan sus vuelos.
Sus manos anchas dejan caer secretos.
Como un marino en la punta de un mástil
avista nuevos territorios.
Sus ojos permanecen límpidos
ante la turbidez de la tristeza.
Este poema se halla al otro lado del umbral.
Su oscuridad nada tiene que ver con la noche.
Su valor no viene de la ira.
Propone un descenso en espiral.
Se desgrana en voz baja.
Se inclina ante el mundo.
Carga sobre sus hombros el sin destino.
Baja corriendo las escaleras.
Salta precipicios.
Abre los brazos al peligro.
Este poema derramado
no distingue el corazón de un hombre
de su propio corazón.

II.

Una mujer cae
y otra la reemplaza.
Entran y salen de sí mismas
con los ojos abiertos.
Lanzan gritos de tigres,
se atraviesan.
Aprenden el mundo.
Lo lavan con lágrimas negras.
Una mujer deja un espacio
y otra la sucede.
Cierran la caja barnizada de los truenos,
se contemplan,
hablan de sus sueños
pero ya no saben qué es dormir.
Una mujer se sumerge
y otra la rescata.
Atrapan un cisne.
Atrapan el vuelo.
Pasan al estado fluido.
Se derraman.  

III.

La palabra es más fuerte que el acero, decías.
Más fuerte que la furia
y los vendavales.
La palabra se cuelga de los brazos
de la luna, decías,
y se contrae como un alumbramiento.
La palabra es más poderosa que una púa divina.
La palabra mancha,
la palabra muerde, decías.
La palabra cría cuervos que te devorarán los ojos.
Ella puede desprenderse de un eclipse
o nacer de un abismo.
Va a matarte, decías.
La palabra vuela más alto que el viento.
Soporta el peso de dios. Va a castigarte, decías.
Tiene un ejército de chacales.
La palabra rompe, decías.
Es un peligro y una oscuridad,
no vuelvas a escribir, decías.
El mundo cabe en una sola de sus manos,
se sostiene en uno solo de sus hilos. 
No creas en la palabra, decías,
No te va a salvar del abandono.
La palabra es una bestia
horrible y resplandeciente,
decías,
y yo sostenía, bajo las sábanas
mi silencio,
demasiado solo.

ADEMÁS DE UNO MISMO

Hay mucho de qué horrorizarse fuera de uno mismo:
La anciana muerta detrás de los rosales.
Los hombres que salen a matar.
La combustión del petróleo.
Las palabras estancadas en la costumbre, por descargo de conciencia.
Las aves de metal que fueron nodrizas de la noche.
También hay muchos a quienes temer además de uno mismo:
los que no encuentran el quinto punto cardinal.
Los que hacen alarde de su estilo puramente informativo y escriben: "El juez, con un sobretodo negro, se retiró del tribunal a las cinco de la tarde."
Los que no han podido fundir su cuerpo con lo no visto,
lo no dicho,
lo no escuchado.
El reloj que suena.
Los gallos y los hombres que se comen los ojos.
El perro con cara de hombre,
el hombre con la túnica de dios,
dios con la baba del diablo.
El asma de los toros.
El perdón de los pecados.
Wall Street.
La resurrección de la carne.
Y también hay otros culpables además de nosotros:
Los que prefieren sostener el sistema y no la fulguración.
Los que lanzan el a-b-c de sus transgresiones y revientan en un rollo que comienza con el título y termina en el punto final.
Los que dan patadas al aire antes de lamerle los labios a una mujer.
Los que no enseñan al diablo a ser bueno ni a dios a ser diablo.
Los que dicen sí, cuando todos dicen sí, y no cuando todos dicen no.
Los lacayos de las retóricas establecidas.
Los que no dejan de hablar del fin del mundo y por lo mismo impiden que el mundo tenga fin.
Los que no saben de dónde han salido ni con qué penas.
Pero hay muchos a quienes admirar:
Los que avanzan por el camino menos transitado.
Los que adhieren el conocimiento a la invención,
la invención a la perplejidad,
la perplejidad a la hermosura,
la hermosura al espanto,
el espanto a la inteligencia,
la inteligencia a la percepción,
la percepción al hombre y sus centauros.
Los que no se salvan y escriben.
Los que cantan su canto más apartado.
Los posesos.
Los que van a la deriva con el mundo.
Los que mueren y al mismo tiempo van naciendo.
Los que aún no han empezado. Los que aún no han sido vistos.
Los que emprenden la retirada hacia alguna clase de silencio que borra el alrededor.
Los que andan dentro de sí mismos, aterrados y conmovidos por lo que encuentran.
Las criaturas de pechos devorados.
Los que hacen salir de su pequeña individualidad una compleja cooperación con el mundo.
Los que hacen de su escritura un presentimiento, una ignorancia que tantea y adivina.
Los que accionan el timbre melancólico y sereno de su pequeñez, de su plenitud.
Los que abrillantan con su perplejidad el medio circundante.
Los que dicen sí, sí, soy yo, aún estando a punto de no ser.
Los que se detienen porque son tan bellos.
Los vaciados de todo sentido anterior.
Los que inventan lo existente como si no existiera.
Los que retuercen sus posibilidades.
Los que creen en la poesía, no en el paraíso.
Los que no esperan que sean virginales sus vírgenes y adoran las manchas de sus vulvas.
Los que encuentran en la grieta de la pared descascarada el mapa de su reino.

LAS MAROSAS

Hay mujeres que aman como Marosa.
Diablas de diversos tipos y colores. No es necesario detenerse y preguntarse de dónde salen porque se nos imponen ante los ojos en un entrechocar de nácares, de tacones, de espuma.
Las llamadas 'catalinas' son de ojos azules y pestañas muy largas.
Las 'lorenas', con pechos exuberantes en bandeja; dulces tartas caídas para acabar con el hambre en el mundo.
Las 'juanas' se pintan las uñas de las manos y de los pies. Se embarazan muy fácilmente. Hacen dulce de higo con los hijos hervidos en azúcar.
Estas diablas están a las veras de los tazones de porcelana transparente y de las inminencias. Son de diversos tipos y colores. Las hay con cabello trenzado y con cabellos de niebla.
Las hay azucenas.
Las hay suplicantes.
Las hay perdidas en su propia casa.
Las hay nacidas con tacos altos, rojos, finos, precedidas por una jauría de perros invisibles.
Las hay morenas.
Las hay prohibidas.
Las hay desmelenadas que caen sobre los labios de los hombres como diamelas.
Se ven sus carnadas de diablos en los árboles, en las bocas de tormenta, en los postes de luz, en las cucharas de té, en el revoltijo hechizado de los agapantos. Los cebos de sus malignidades cuelgan del anzuelo del día y de las redes el anochecer.
Las muy diablas caminan por las calles de la ciudad como gladiolos travestidos de personas.
Las muy diablas suspiran.

LAS GIOCONDAS

Hay mujeres que mueven los hilos de la marioneta con el talento de Gioconda Belli. Gatunamente enrolladas en la cama, siguen paso a paso las fórmulas de su mentora. El muñeco se les acurruca en un nido prefabricado de besos, tacatá, tacatá,
y de palabras, tacatá, tacatá,
y lo alimentan con un panal de miel rancia hasta desmentirlo,
tacatá, tacatá,
hasta hacerle vomitar diminutivos espeluznantes,
tacatá, tacatá,
que atontan los sentidos, tacatá, tacatá,
y horadaran el huequito,
tacatá, tacatá,
despacito,
tacatá, tacatá,
hasta el bosquecito de arbustos, tacatá, tacatá,
ese lugarcito apretado,
tacatá, tacatá.
Estas diosas lujuriosas enseñan al muñeco a caer una y otra vez en todos los lugares comunes, tacatá, tacatá, guiadas por su mentora, tacatá, tacatá. Son los corceles del amor, tacatá, indómitas gacelas, tacatá, tacatá, ariscas yeguas, tacatá, tacatá,
la poesía estupefacta,
casi muere, tacatá, tacatá.
El juguete dopado de obediencia, construye el castillo de arena y abre la puertecita por donde la arisca yegua se amansa, tacatá, tacatá, como un ama de casa, tacatá, tacatá, y una vez adentro del palacio cambia los frenesíes del amor por el melodrama, tacatá, tacatá.
Ascendentes, salientes, entrantes en todas las direcciones posibles, las mujeres diminutivas se instalan como un corazón suplementario. Y la asfixiada marioneta tiene por futuro morir ahogada en su propio esperma, tacatá, tacatá.

LAS CHEEVER

Hay mujeres que aman como Cheever, nadando contra corriente, flotantes y encendidas, sin que el orden de sus asuntos les impida incidir en los asuntos del mundo.
Sus cabezas son nubes a la hora de la desnudez cabeza abajo.
Sus pies vienen de un país visitado por un sueño reciente y sus manos corrigen el error que la luna produce.
Un polvillo de azúcar sobre la frente les da una blancura de esmeralda, amatista o misterio.
Son mujeres que aman con un pie en la confusión y otro en las tormentas.
Con un pie en la ternura y otro en el espejismo.
En la absoluta inmovilidad del tiempo y del espacio, siguen hacia delante porque saben que en este siglo no pueden detenerse.
Las mujeres que aman como Cheever les temen a los diminutivos.
Les temen a los anzuelos.
Les teman a los estribillos.
Les temen al subconsciente de Gioconda Belli. Les temen al subconsciente de las marionetas. Al subconsciente de los Reyes Magos. Al subconsciente de Dios. Al subconsciente de las indómitas gacelas.
Con qué esmeril, con qué esmeralda, con qué esmero corren peligro las peligrosas mujeres que temen a los diminutivos.
Las mujeres que aman como Cheever están en alguna parte del aire, debajo, o detrás, o del otro lado de las sombras, en puntas de pie sobre el límite sobrenatural de las cosas, o sobre una pluma de cisne.
Es casi imposible que las mujeres que aman como Cheever no atraigan la mirada de los lectores de Cheever, que las distinguen entre la multitud con destreza desesperada.
Así es.
El fenómeno de las mujeres en sí es inquietante, porque todas coinciden en el mismo mundo, como los animales medio dormidos coinciden en la selva con los animales medio despiertos.


NORMA SEGADES-MANIAS
(Argentina)




POEMAS AMERICANOS

I



Inmerso en algún sueño alucinógeno recibe, por las noches, el vocablo sagrado.

Y al estallar el alba, mientras el sol se filtra entre ybira-pitás, y las pindós en que se asienta el mundo, desborda su energía por encima de aldeas, tekohás aledaños a los ríos, lugares en que habitan los hombres y mujeres guaraníes según costumbre antigua.

Ennoblece los nombres de su casta suplicando visión y fortaleza para acceder a una existencia digna.

Con cadencias de tacuapús frenéticos instauran misticismos sobre el suelo compacto.

Es la hora del shamán.
El que ostenta vigores y orienta a sus hermanos hacia los intrincados caminos de la magia.
Nigromante, hechicero, sanador, desvariante, conductor de rituales y liturgias estrictas.
Mediador por el prójimo ante los viejos dioses, hacedor de fetiches contra truenos, relámpagos, tormentas, creador de rogativas a los depredadores que persiguen sus pasos migratorios.
Aquel que reflexiona acerca de cuestiones sustantivas en el momento exacto de la cópula, cuando el varón ofrenda la expresión nunca escrita a matrices sedientas de autenticidades.
Pues el avá fusiona su linaje de voces concluyentes y perfila con ellas los semblantes nativos engendrados por semen de cánticos desnudos.
En la estirpe fundante que lo personifica.
Y deviene en palabra.

II

Entonces, en medio de la hondura se impone Ñamandú, señor de la floresta.
Mientras arroja al viento esa desenvoltura purificando el alma con su voz sustantiva en la fertilidad de la palabra.
Sobresaltado el ritmo de sus plantas, devasta coberturas de muscíneas en la frescura de lo guaranítico.
Cuando enfunda en texturas de misterio estruendos solitarios por los desfiladeros donde despeña el agua su impaciencia de abismos.
Es la deidad primera, el supremo hacedor de las mañanas, el que cabalga a lomos del relámpago.
El dueño del origen que sublima liturgias, establece consignas tatuadas en regueros clandestinos de savia desvelada.
Y en la médula exacta de lo cósmico, inmola extremidades como holocausto abierto a los eclipses.
Formándose a sí mismo.
Creciendo de la nada en la tierra que duerme bajo el humo sagrado.
Unido por la densa tatachiná brumosa desde la desmesura de caos primitivos que exaspera en altares las gargantas del fuego.
Porque el sol no nació hasta que el padre conmovió su tocado de hojas verdes, su diadema de copas vegetales, su yeguaká plumario de loros y tucanes.
Encendió el corazón con tanta lumbre que bifurcó tinieblas.
Y se puso de pie en las espesuras protectoras de pájaros.

III

En la región boscosa donde habitan los padres primordiales nacidos sin ombligo.
Seres jamás formados en úteros de hembras sino de atrevimientos alfareros.
Tan sólo el aleteo apresurado de leves mainumbíes regresa a las corolas trepadoras del mburucuyá y sus alegorías de martirios lejanos.
Vestigios encontrados por pa´is forasteros, contadores de gestas bautismales y el constante decir de su presencia.
Resucitando soplos delicados encima de las sienes y dando de beber sus ambrosías entre las comisuras de los nombres sagrados.
Amparado en vigores impulsivos sacia la sed rotunda, surca de flor en flor, de rama en rama, los espacios contiguos a sus genealogías milagreras.
Manifiesta que acaso la partida nunca será el final de la esperanza.
Pues si hoscos sedimentos abandonan el cuerpo en un rincón del monte, el alma siempre insiste en su búsqueda ardiente, suspendida en el aire de la tarde.
Y extraños estallidos de furias montaraces pueden desorientarlos a fuerza de intemperies.
La estética es su meta indagatoria y la misión del ave exultar alborozo en los follajes.
Ahito de desnudos paroxismos, en delirio de goces, todavía es posible renovar maravillas ancestrales.
En tanto sus orfeones de aleluyas, de salmodias calientes, desatan neblinarios apremiantes sobre esporas dormidas.

IV

En este desamparo de mudanzas, el amo de los dioses ancestrales proyecta en la alborada las señales silvestres de su impulso lunario.
Imparte la conciencia de una locuacidad germinadora y la sagrada esencia del ayvú fecunda las matrices del lenguaje.
En ellas, alfarero de la noche, moldea a sus hermanos fundantes de alfabetos e idiomas sustantivos.
Y nace Ñanderú, señor de las palabras, el padre verdadero, el que da vida a la deidad custodia, al guardián de inestables equilibrios, al patrocinador del medio ambiente en presagio de insomnios o auspicios de vigilias.
Llega desde profundas hondonadas donde mundos noctámbulos engullen los crepúsculos.
Desliza la estatura de membranas descalzas por caminos de tierra color sangre.
Peregrina recintos encubiertos hasta encarnar sus almas a través de salmodias impacientes.
Y mientras cruza claros abiertos en la selva, desbroza enredaderas y follajes que obstaculizan sus desplazamientos al escindir picadas en esos desenfrenos del verano. 
Planifica geodesias armoniosas, un submundo de urgentes coordenadas en la cosmogonía de los troncos talados a palmeras.
Ahora resta borrar de los poemas velámenes urdidos por guías transparentes, procelosas cual lluvias encrespadas cuando desgreña verdes matorrales al tiempo que derrumba con rítmo de hojarasca la vehemencia salvaje de los despeñaderos.

V

Durante la alborada insufla el vaho tibio de su aliento en pulmones de greda.
Y lo proclama Karaí Guazú, profeta de la llama originaria y los fuegos solares, gran señor de los seres que moran en el monte desde el principio mismo de los tiempos.
Legatario absoluto de la sabiduría e ilustre padre de los pueblos libres.
De los kui´ára, los errabundos, residentes efímeros en chozas circulares de adobe apisonado y techumbres de paja.  
Los que ocultan señales de pezuñas cerriles en el guairán dormido, veladas al análisis de los clérigos pálidos.
Reinventados sus ojos taumaturgos detrás de los relámpagos que agrietan las entrañas de los cielos, estallidos dispersos cual las detonaciones de esporas lujuriosas multiplicando helechos.
Caudillo de las selvas incorruptas custodia su linaje de habitantes antiguos en la tierra sin odio cuando aún no existen voces encarnando en sus simbologías.
Venerado por cánticos umbríos nacidos de las aves policromas.
Mientras cada violencia de los recién llegados y su necesidad de poderío reclaman diagramar estratagemas para tomar distancia de grafías impropias y volver al secreto legado de los dioses.
Revelados al mundo mediante obstinaciones y esa manera extraña de encontrar una hilacha de sus credulidades en las sagas azules.

VI

Es el momento exacto de arribar Yakairá, dueño de la neblina, los celajes, brumas escaladoras desde profundidades sin regreso.
De humeantes petinguás inspirando a hechiceros errabundos del cosmos.
Empleando talismanes de salmodias y fiebres en densas migraciones hasta la hondura de sus laberintos.
Lúgubres derroteros a través de los genes, de la sangre, la historia. Caminos entreabiertos en el abra del monte, silabarios compactos y mundos invisibles donde abandonan cuerpos agobiados por trances sobre esteras tejidas con sus manos.
Pues entre calenturas y visiones va expandiendo estertores en letargo de arpías, ocelotes, yaguaretés, serpientes.
Su predominio es tal que adopta caracteres de bestiarios totémicos y al pie de las hogueras absorbe salvajismos ocultos en tizones.
En ese viaje astral por los delirios, alejado de toda situación imprevista, cuando acompañamientos de tambores, de ritmos monocordes o ingesta de sustancias vegetales alteran percepciones, las mantienen en orbes paralelos, las mujeres shamanes se elevan en el aire y cruzan lo incorpóreo.
Así, en peregrinaje desvelado, con los ojos vacíos, al igual que un puñado de derviches posesos giran y danzan tropos coreográficos.
En tanto las coreutas de la noche continúan pulsando rituales de conciencia enajenada.
Ellas hablan la lengua de los seres vivientes.




PAURA RODRIGUEZ LEYTON


(Bolivia)



5

No sé cuál será mi estado natural
tal vez
el barro.
Ahora,
cuando estamos en el mismo tren
la misma olvidada camisa
será camisa papel
camisa de nada. 

6

Materia mía
no estás en mí
sino en el aire
óvalo de vida
razón sin epitafio
baile de sombras que escriben sombras.

7

Tocar la puerta buscándome,
romper el ruido,
no estar.
Luego,
lo oscuro del olvido
mi cabello
mis manos en lo incierto del barro.

8

Lo que pasa
es que no sabemos para qué andamos
pisando hojas
murmurando ojos
gritando gritos callados.

9

Hay más espacio
para unir las flores,
las lomas, el incienso
y todavía
no estamos listos
para bailar
la ronda de las piedras.

10

La sangre quiere añadirse a las horas
al tiempo horadado por rumores
de sombras maquilladas.
La sangre guarda en su lecho
un poco de flores.
Y una voz
repite nuestras voces en un eco remoto
que no habla
pero afirma el secreto de los días.




SANDRA URBINA PAZ

(Colombia)



 [POST-HUMO]

¿Qué queda después de la guerra?
Sólo palabras desnutridas,
la pura tristeza de los huesos,
un montón de zapatos huérfanos,
las calles manchadas de pobreza.
¿Qué resta después del horror?
Cadáveres solidarios que se abrazan
en las fosas (no tan) comunes del olvido,
sobremurientes a la catástrofe
con la esperanza enferma
vendiendo odio en las esquinas
y el esqueleto de Dios
sosteniendo una vela que se apaga.

DEBAJO

En tu vientre de oscuros minerales
se dibujan las canciones de cuna de la lluvia.
Las raíces dormidas escuchan entre sueños
e impulsan a las semillas a quebrar la cáscara para buscar al Sol.
La música se transforma en un aroma verde
que se despliega por toda la región
y alimenta la risa de los campos,
el vaivén de las espigas,
los nidos recién tejidos,
la vida que acecha por doquier.

ENTRE SILENCIOS

Mis cabellos no se despeinan
pero por aquí pasa el viento a todas horas
y en todas direcciones.
Me parezco a un árbol en la sombra que ofrezco,
pero no en las raíces
que son duras y no saben nutrirse.
Tampoco me parezco en las hojas que no tengo
ni en la tristeza de las ramas.
Aquí, los silencios duermen a la intemperie
y sólo saben ser felices cuando los ríos se desgajan
y el canto del agua los despierta alborozados.

incertidumbre sobre el origen

Se sabe que hay un árbol que sostuvo los frutos entre sus ramas
hasta que el cansancio los hizo caer.
Se sabe que fueron semilla
que la tierra quiso acariciar sus raíces.
Pero, ¿qué viento, qué abeja, qué pájaro les fue propicio?

SEMÁNTICA

Si la palabra pájaro no tiene alas,
si la palabra tiempo se agota,
si a la palabra amor le faltan brazos,
no sabré en qué tierra caer,
no entenderé nunca lo que habita en la palabra semilla.

ALAS Y RAÍCES

Les pregunta a los árboles
sobre la mejor manera para echar raíces.
Escucha sus consejos a regañadientes.
Sólo quiere saber cómo ponerles alas.

MANOS SABIAS

Todas las semillas del mundo han sido traicionadas.
Sus genes provenientes de los dioses
han sido cambiados por otros con veneno.

En tus manos está salvar la semilla sagrada del maíz,
la moneda brillante de los ancestros,
la hija del Sol que dio luz en los campos.

En tus manos reposa la expulsión del hambre,
el conjuro del agua que calma la congoja,
la feroz sabiduría de la lucha.

Sólo tú podrás abonar el territorio
para que las raíces entiendan las posibilidades del vuelo,
curar las cicatrices y volver a ser.

CAPÍTULO FINAL

En las manos
el último puñado de tierra.
Los granos resbalan entre los dedos
y amenazan con acabarse.

Desde el principio sabías que polvo eras
pero te encargaste de serlo
de que todos lo fueran
antes de tiempo

Antes de que huyera el agua
tenías sed de destrucción
y ahora que no te queda nada
la sed te recuerda
que contaminaste tu futuro
que te forjaste un destino vacío
que acabaste con todos tus tesoros
y que te vas
con los bolsillos vacíos
con un pedazo de tierra muerta
entre los huesos




SUSANA LAGE

(Argentina)




ELLA

Ella me dice
que está sola y triste
y mientras tanto se le queman las tostadas
y el sol no hace más que salir por la ventana este
de la casa.
Ella me dice
que jamás entenderé de mariposas
y en tanto no ve ni la punta de sus dedos
sin que se le caiga una lágrima,
y no puede abrir un libro
sin que la luna no le venga con todos sus espejos.
Ella quiere que yo llore
y me propone
abrir todos los álbumes y todos los arcones
a ver si se nos vuelan las polillas.
Por eso me acusa
de tener a mis víctimas bajo tierra en el jardín
y ser insensible a sus alaridos.
Ella pretende que te quiera,
pero sólo porque teme los murmullos
de las tejas nocturnas con el viento,
así que ya lo hemos descartado.
Y es que está tan enojada
con todos los crepúsculos
y tan enamorada
de todas las abejas
que una luz se le cuela por los techos de noche

POR NACER EN EL DESIERTO

Tengo sol en invierno

y desde mi cama
se ven perfectamente las estrellas.
Tengo dos gatos tibios
y algún olvido,
el cuerpo ocioso y el escudo atento
que a veces los errores no dan tiempo.
Y tengo los recuerdos tan disciplinados
y la risa tan fácil
que soy tan feliz
como se debe.

Y a veces

(si estoy muy descuidada)
la soledad se me cuela en los papeles
y me escribe un poema por las noches.
Y a veces
(si no estoy muy apurada)
lloro muy bajito en los rincones
por no hacer ostentación, 
que hay mucha envidia.

Y tengo sed congénita de viento

y un miedo colectivo.
Y sòlo puedo amar sin que se note,
como el tiempo de siesta,
de puntillas,
como una piedra inmóvil del camino.

Para calmar el dolor

(que a veces duele)
oyendo historias y cebando chismes
he aprendido a creer lo que no veo,
que los que hemos nacido en el desierto
conocemos a Dios sólo de oídas. 

MUERTOS


Más allá de mí, 

de mis contornos,
están mis muertos mirándome de frente.
Mi infancia de poemas y lombrices,
un amor de tus ojos,
mi abuelo casi pájaro
y mi perro.
Más allá de mí

están todos los fantasmas carceleros
que no me dejan volar,
y me aprisionan
en el furor de la impotencia.

Más allá, tan allá de mis contornos,

borrándose, inseguros, 
ellos me tienden una mano fatal.
Volver al aire tibio y luminoso
de ser germen feliz
dentro del cuenco
de mi infancia
de tus ojos
de mi abuelo
de mi perro

VUELO FINAL


Y entonces fijó la vista en el reloj

que decía las nueve,
y era en punto,
y le dio por mirar hacia la puerta
sentada en la cocina,
mirada fija,
a fantasear con las formas de la muerte,
que total quién va a morirse por ahora,
con este clima.

Y ya que el reloj y la puerta seguían fijos,

y las paredes se le volvían de espuma,
y los ojos se le hacían de mar
y su mirada tenía un nos sé qué salado y caracolas,
y ya que nadie abría el picaporte,
y ya que las agujas se obcecaban
ángulo rectángulo y las nueve,
y el tiempo se había detenido
y hora tras hora se obstinaba en plantarse,
se resignó a la erosión de arena entre las ollas,
y al crepúsculo marino en la alacena
y a un mascarón de proa de naufragio
rompiendo por detrás de sus cortinas.

Y ya que jamás sería otra hora que las nueve

y se embotarían para siempre los goznes de su puerta,
fue a dar a su colchón con todo y huesos
el cabello dibujando un hipocampo
que total ya nadie cree en las sirenas.
Y se durmió, la piel pringosa y asustada, 
y se durmió, las algas estrellándose en las rocas, 
y se durmió, una marea las sábanas de hilo, 
y se durmió, en su cama infinita de besos infinitos,
y se durmió, las manos ajadas de trenzar corales,
y se durmió, sus pechos y su boca a la deriva, 
las olas huyendo para siempre de la playa.

Y se durmió.

El cielo era de azul de la mañana,
inmenso el aire acre entre sus poros
y tibia el agua ondeándose y en calma.
Y cuando despertó,
ya era una gaviota. 

CUANDO VUELVAS VERÁS

Encenderé la estufa y daré vuelta la casa
Ordenaré palabras debajo de la cama
(hay tanto polvo suelto)
 Y colgaré las cosas, las rotas y cosidas
A ver si se despintan de tanto colorearlas
Para cuando vuelvas, te juro,
habré limpiado todo de pérdidas y adioses
y pañuelos manchados con sangre resecada
y habré plantado cerca del marco de cocina
unas flores de esas que viven en macetas y que a todos les gusta.
Te juro que no miento
Con muertos sepultados
Y el pan urgente y blando en el horno caliente
Y alaridos guardados en frascos de tomate
Y llantos en los de mermelada
Cuando vuelvas amor
La luna te ilumina para acertar la llave.
Y encontrar la puerta
Y llegar a casa.

PELÍCANO

Desde un peñasco solitario
un pelícano duerme
y la espuma del mar lame sus plumas.
No espera nada.
Apenas sueña su desayuno de almejas.
Pero no sabe que es dueño de mi sueño
y no me sospecha
en su eterna soledad de mareas.
Desde la orilla opuesta yo lo miro
y mi mirada se le pierde,
absorto en su tiempo circular
ritmado por el paso de las olas.
Desde algún punto del horizonte,
como un espejo que ignora lo que hace,
ha fundido su tiempo
con el mío.



SUSANA LIZZI
(Argentina)


TENGO UNA HERMANA.

Asoma su pensamiento detrás de las rejas
levanta su cabeza y su mirada
Ella tiene un sueño salvaje
por eso no la dejan libre.
Su estirpe tiene nombre tiernamente endulzado.
No asombra su coraje
porque no importa:
no saben que están creando un símbolo
alguien para llevar tatuada en el pecho
en la frente
en las ideas.
Es la hora
en que la tierra empieza a reconstituirse
las manos se están llenando de palabras y de nombres y de sueños
los ojos ya conocen los derechos
las voces saben qué debe exigirse.
Miren en el suelo la ceniza y la sangre
miren las lágrimas cómo se derraman
es un país que se hace con la masa más humana de todas
el sufrimiento de su gente
y no es magia.

MEDIOSIGLO

A esta edad los muertos se cuelan por la ventana
no responden preguntas
esperan
son la estepa helada y la llanura inmensurable
son desierto
grava
mar
vigilan como ángeles
habitan los objetos con suavidad de pájaro
destilan resonancias desde el borde del tiempo
una vez que han llegado
no se vuelven a ir

los muertos con su ausencia amplifican la vida.

AUTORRETRATO

Un día de mayo instauraron mi presencia burocrática:
el acta decía hija de y de,
no mencionaba el nacimiento a contramano
ni el memorable sol que regó mi lamento.
Esta, mi hondura
quema
demasiado.
La sonrisa me traiciona
y se suicida en un gesto contrariado;
mi boca, el precipicio que la anula.
Mi lengua,
ese quebrado amanecer.

Todas las noches pienso:
mañana será un día
diferente.

ARIDEZ

Piel lastimada de espejos.

La juventud
y su buenamemoria
deshojan margaritas.
Ligero temblor expone su tristeza
al sur de la hermosura congelada.

Es difícil
sostener la ilusión a contraarruga.
“No me doy por vencida”,
Dice y
toma
su estuche de cosméticos:

Cada alucinación tiene un desierto imprescindible.

INEVITABLE

Llueve infinito
caen sombras pedazos
secreto del humo olor a lengua sola
a piel quemada de recuerdo
escarcha y llama
silenciada
como llave sin puerta que abrir
tanmuertaenvida
con su magnolia sin ojal
oscura menta náufraga en la noche
puñal y augurio atravesando sangre
pronta a morir como animal escarlata
y ahora
esta enormidad de sentimiento
puro quedarse aquí
como la sal
(y el alma sin salir de su prisión
con levedad de pájaro
buscando un trébol de cuatro hojas
sin remedio).

10

Un bar en la costanera
es ochava de luz apaciguada.
La tardecita acaricia
el lomo del asecho.
Puntual serpeo es su andar
profesión
aprendida a la fuerza
empujada por dentro y por fuera
y por fuerte y por frágil.
¿Sabe que la noche es una ojera perfecta para sus días
y que las flores exhalan un aliento a eternidad?
¿Ha visto cómo la luna se amontona entre los rulos vegetales?
¡Qué va a ver!
si ahorró atención para reconocer los ojos que la buscan,
o el gesto aborrecido latiguear en el surco de su tristeza
sórdido gesto aprendido en el hartazgo
que ni siquiera la espanta
porque es su pan
y su vino
y su orfandad.
Casi no queda un día de su vida
en que no haya cometido un olvido.
Bendita sea la desmemoria.

UNO MÁS…

Estaban en la calle, congregados
olieron muerte detrás de los escudos
el miedo les regó la sangre
…pero igual se quedaron.
Tras un escaparate de uniformes
la oscuridad cortaba puentes con cadenas,
pero ellos
tenían guardapolvos. Y creían.
Por eso la maraña de voces destempladas
reclamaba un después para las aulas.
Un detonar de sombras.
(¿Espantar palomas con metralla?)

Los que no se acobardan con las balas
salieron a recoger todos sus nombres
entre charcos helados de esperanza
entre la fe y la calle
vestidos de un blanco de cenizas
Y volverán mañana,
lo sostengo, por si acaso
alguien supuso que claudicarían.



SUSANA SZWARC


(Argentina)




DESENCUENTRO



Madre: no nos despertaste

¿cómo hallar ahora

alguna utopía

o quien rece a la misma hora que el gallo?

Hijas están rindo
al sur de las nuestras
propias pasiones
(y acaso Dios dejó
de acariciarnos).
A no lamentarse
por sobrevividas.

DECLIVE

Por el ojo de la cerradura vemos
cómo deja la palangana en el suelo: tiene agua.
Ahora no se ve.
Hasta que levanta la mano blanca,
la misma con que la prisionera
(jovencita en Siberia)
llevaba maderos hacia el barco.
¿Y las niñas? en la escuela
atrás de la vía.
Tiene una gillette y el ojo
apoyado en la cerradura
mira su negra axila
de abeja-madre.
Arrasa. Algo se corre.
En el encuadre,
un ojo mira al otro.
Si me estiro
veo la palangana (llena)
de estrellas y abedules
también blancos:
habría nevado.
(El hermano, sobre la nieve,
corre a la muchachita
y ahora los ojos ya no ven.)
Atrás de la vía: campanas.
Va a salir.
Abre la puerta y desparrama
el agua (turbia) al gallinero.
Nubes la alejan,
hacen pasillos
hasta que tiende más ropa en puntas de pie.
Los brazos en alto. Abrocha.
¿Cómo hallar ahí dónde posarse?
Fin de la conversación

ENTONCES

Soltamos las hebillas (del cabello),
de a una
nos soltamos y llega, ultraleve,
desde distintos lugares,
una música que cada vez que se despliega,
abarca el punto de partida.
(El miedo cambiado por otra obsesión.)
-Pájaros en la cabeza-
habremos de oír,
habremos de reír, aún
después de los Campos,
aún después del Matadero.
En la casa de citas.
(¿Cuántos años hacen falta
para hacer romántico un crimen?)
Un vestido rojo vuela por el aire.
Bárbaras somos
en este anonimato del murmullo.
 Porque nos reconocemos, bailamos.
Entonces se olvida el frío.

INFORME PARA OTRA ACADEMIA

Los ojos  insisten en verse
como a un mono entre rejas. Grita: “tengo derecho a sacarme
los pantalones ante quien se me antoja”.
“A un mono siempre debe serle posible la fuga”, leo (en voz alta).
Pero él tiene una sola sensación, como si fuese un adorno.
Cuando saco la mirada, la ciudad está llena.
¿Hemos avanzado?
 Mi semejante, mi auxiliar, mi enemigo,
dice: “intento sollozar sobre algún rasgo humano”.
En la City nos tapamos las bocas
asustados por el ronco grito paterno.

Aún así, como del mismo lugar, se escuchó:
“... soy aquel que conoció los caminos...
La pluma en mi mano. Para escribir la palabra grata...”

Ese es el trueno que me retuerce en tu selva.
Me escurro de la mirada –que no me ve- para rescatar
-entre tanto- una mirada histórica.
Esplendor de peligro.
Reaparece una mesa, un libro, la fotografía,
por ejemplo, del viejo Pound  (me veo
en sus palabras: “...teme al tiempo...no a mis ojos”).

Los supuestos monos se fueron a dormir (¿entre las flores?).
Ya no estoy entre ellos sino lejos, hermosamente gorda
como una dorada Pavlova. (¿Por qué apiadarse
de los que reverencian su hastío?)
Lo desnaturalizado cuece sus habas en otra parte y yo,
viejo Pound, estoy próxima a tu deseo.
-¿Me estás mirando?

ENTONCES

Soltamos las hebillas (del cabello),
de a una
nos soltamos y  llega,
ultraleve, desde distintos lugares,
una música que cada vez que se despliega,
abarca el punto de partida.

 (El miedo cambiado por otra obsesión.)

-Pájaros en la cabeza- habremos de oír,
 habremos de reír, aún después de los Campos,
 aún después del Matadero.
 En la casa de citas.

 (¿Cuántos años hacen falta
 para hacer romántico un crimen?)

 Un vestido rojo vuela por el aire.

 Bárbaras somos
 en este anonimato del murmullo.

Porque nos reconocemos, bailamos.
Entonces se olvida el frío.

El desorden de las relaciones de propiedad 
                                    
Y yo, volví al hospital.

En el largo pasillo repleto esperaba
-esperaba de pie y te leía-.

En un solo  movimiento: girar la cabeza  la página
un dedo de la mano izquierda,
los anteojos de leer cayeron
-sobre el mosaico-.
Cada pedacito de vidrio mostraba  una garza
 sin sombra, que empezó a recorrer el pasillo con sus zancos.
De lejos la vi apoyar su lomo
en el vendaje de una pierna. Despacio
me acerqué.
Es mi garza decía - un poco
a los tumbos-  pero cada uno deseaba a la  sanadora.
Es mía, insistí, riéndome
por las cosquillas que me hacía  -garza- en su  desorden.

Salieron los médicos al pasillo -salieron por el revuelo-
 y llamaron: Garzas.
Nos hicimos
-sombra-. 

INVITACIÓN

 I

Alguien, como un teorema, nos ha cercado
con una magia suave, todavía.
Casi nada sabemos
sólo el ruido —musical— que dejan los trapecios
y confunden.
Toda la historia entra en una copa,
suspendida por la ventana en su equilibrio.
Una tos aleja del ensueño.
Nos avisan: no leer ya tragedias,
evitar la inquietud.
Mi pura verdad vacila y la copa se mueve.
Caerá,
se hará trizas en la vereda de las grandes ciudades
donde nunca (nunca, que recuerde) he comido.
(—¿qué comíamos?
—letras.)
Se nos escapa la risa como un huevo
pasado por agua que evita el incendio
de la casa,
(a todos a veces se nos rompe).

II

Recordar. He mirado los árboles vacíos del invierno
y los he visto completos otra vez.
También la otra
—niña— ajena, los ha visto.
Árboles nos permitían el saludo, el adentro y el afuera,
y la prohibición encubierta que separa
las toses.
Qué hace, en la luz de la mañana, el milagro
de la diferencia.
En esa luz alguien sueña con un padre que bendice,
que alimenta,
y que no sabe de la desmesura del sentido.
Porque alguien sueña
yo también.
Un país no es un solo lugar para el derroche de pasiones.
La vuelta al mundo recomienza su andar
y todo el pueblo
entra en nuestros ojos como un fruto maduro,
a punto de morder.
Justo en lo perdido, una migración.

¿SONREÍA?

Alguien arroja un huevo
crudo (podría ser también por agua),
hacia la zona de montañas, altísima,
justo en el lugar de las nieves eternas.
Ese gesto es trivial, tan cruel (casi)
como el gesto del asesino que arroja
cuerpos
al océano
pero que, por algún motivo del azar, se ve
en los ojos de la víctima, que le sonríe.
¡Ah!, cada día, cada noche,
la misma inconcebible pregunta:
¿por qué sonreía?
o aun: ¿por qué me sonreía?
Y cada vez
el verdugo cierra los ojos, aprieta los oídos
como esos niños atormentados por los gritos
de una madre todavía inexplorada, y se muerde
los labios.
—No hay que aceptar la pregunta— piensa.
No le dice a nadie lo que piensa.
Mientras la frase no le salga de la boca
nadie (nadie) contará el cuento.
Ahora (que alguna vez es siempre),
la dignidad de la montaña
resbala junto con la yema.
Hay manchas de luz.
La noche es negra y blanca:
como no saber si es de día
o se hizo pedazos la montaña.
Ninguna jarra para guardar un trazo
de la nieve, ni regazo.
Si algún tierno, tesoro,
deforme (¿yo, vos?)
mirara hacia allí diría,
entre lágrimas claro,
—¿cómo cuelga así? Cáscara, yema,
montaña.
La caída de qué letra, o paisaje
sin reparo.
¡Ah!, pero el tiempo no se queda quieto. Sopla.

QUISIERA ENTERARME

Quisiera enterarme de que nada
tiene forma, decías. Y acepté,
hasta el fondo de la copa del árbol,
de la copa del río.
Ninguna de las otras (creía)
se ahogaba como yo. (Me hundí.)
No hay placer, dijiste
mientras vaciabas al padre
en la botella y mi cuerpo te servía.
¿Te habías ido? ¿Y las otras?
Tuve vértigos
como si alguno más
se cayera del mundo.
Dormida, en la noche de fiesta,
alcancé a oír: ¿qué hay después?
Al despertar
había panes
en mi cama.



VERÓNICA CAPELLINO

 (Argentina)

 


CUANDO FALTAN LOS SIGNOS


 


No hay palabra para nombrar


lo que lastima


no hay palabra


de mujer.

¿Cómo decir?

¿“con estos festones se adorna la mentira”?

¿“el dolor, botón de cuatro agujeros, descosido?”

¿”en este caldo hirvamos los ojos-argos

de represiones y diatribas?”

¿”con lejía lavan sus manos

los Pilatos de la justicia?”

“¿No tienen madre los negociantes de la guerra?

¿desmadrados buscan su placenta

y odian lo que tocan

y lo que tocan destruyen

porque no la encuentran?”

Naufragan los signos:

la injusticia no tiene lengua

que la lave

que la nombre

en el dolor afilan sus colmillos

los traficantes del dolor

y el dolor tiene colmillos

pero no tiene lengua    no tiene nombres

que con claridad la nombren

no hay envenenada ni filosa lengua

de madre    de hembra

que maldiga, exacta.

Orfandad de sílabas

tajo en la garganta

lo que nos lastima no tiene

palabra

 

BALANCE DE OTOÑO

 

Vengo con mis caderas
que ensancharon algo
con mi mirada
y sus primeras arruguitas
con mis pechos en jaque
a la reina
con mi deseo intacto
en lucha desde las almenas
de su resistencia.
Busco transparentes ríos
en los pulmones
de la vida.
Es que inicié, lo digo,
el recuento del oro del otoño
porque no será bueno
equivocar la ruta
de la dicha.

SUSURROS EN TU CORAZÓN DE PÉTALO
A mi hija

Te dirán que fuiste mala
o que alguna anterior
lo ha sido
perversa   te dirán
y no les creas
que antes     mucho antes
del cronista asalariado
y sus mentiras
ya acariciábamos mejillas
de flor de duraznero
ya cerrábamos los ojos
de los muertos
ya conocíamos los nombres
de las hierbas curativas.
Alguna vez te dirán, para insultarte,
                    bruja
no te intimides y sigue sintiendo y  presintiendo
                   adivinando
la intuición es tu hermana        tu doble
                   -todas las brujas la tenemos-
dale crédito a tu hermana
a tu ángela guardiana       la de  poros abiertos
sabedora de la arquitectura 
de la rosa y  su verano
la que conoce los olores que delatan
las lluvias venideras
No dejes que te digan    te crean    te convenzan
jamás        Bella Durmiente
que la belleza es migratoria    pajarera 
y que ningún beso te despierte
irás  por decisión de la sangre
serás quien vaya  al beso
pero sola despertarás
a las hogueras que encender
a los incendios que apagar
a  tiempo y sola despertarás
a  tu trabajo cotidiano 
de hacer del mundo  un  sitio habitable.
A esta altura de madre
ya habrás tomado la temperatura
de mis certezas y mis miedos
sabrás que todo lo que aquí conté
todo lo que aquí ha sido nombrado
todo lo dicho    todo lo que no pude decir
porque obstinada busco aún
los sustantivos    y los verbos
es un largo susurro    niña de mis ojos
en tu corazón de pétalo
niña de tu madre   un largo susurro
de todas las mujeres    que antes de ti
hemos sido.

En: "En Bandada"- Antología de poemas. Edic. El autor y Edit. Impresos S.A.; Sta. Fe, 2005

BÍBLICA

¡No sólo las vírgenes
lloran sangre !
que con cuerpo de tierra  
urgentes senos
con piel de marismas
boca ávida
con sexo florecido
de “yo soy”
de lava
con lianas con sogas con cadenas
con salivas estelares
con raíces que suben
y se enredan
de los pies
a la cadera
de la cadera
a la garganta
lloran Jordanes de sangre  
se desbordan
desencauzan
anegan
           agonizan
           las hembras despeinadas.              

En : "Variaciones de los Sentidos- De amor, desamor y erotismo". Colecc. Orion. Edic. S.A.D.E (Soc. Arg. de Escritores) y Edit.Lux; Argentina, Sta. Fe. 1999

MEDITATIO

Una está viva porque se perdona
no sabe cómo ni por qué
la vida cada día (*)
             está viva
por insistencia, por obcecación
porque amanece y aunque duelen
los huesitos rotos
la piel responde al asombro
de este día
como al de ayer    al de mañana
y se abren como corolas
las preguntas.
Una confía
y está bien que confíe
aunque el instinto alerte de seguros
abandonos
de egoísmos en puerta
y soledades en vilo.
Una está viva porque es tan intenso
ver vivir a los hijos
y porque se siente necesaria   imprescindible
aunque el mundo bien andar pudiera
sin esta esperanza a trabajo forzado
que es una a toda costa y sin desmayo.

Una cree que cada día será bello
aunque a mitad de la mañana
nada pase más que el tiempo
nada suene más que el deber
y el teléfono urgente
nadie especial llame a la puerta
y la derribe
para entrar a saco en el derroche
de pasión y ternura que es la sangre
de una
tan terca en esto de vivir
y derramarse.

(*) Parafraseando a Miguel Hernández - Me sobra el corazón -
" ... no sé por qué ni cómo me perdono la vida cada día"-

COSAS DEL OFICIO


Los pases mágicos de la maga son impredecibles como ciertos vientos: no se sabe cómo y hacia dónde se dispararán... Pero ella es buena para leer. La maga lee, como a runas,  toda clase de escrituras secretas: lee el viento y sus olores, las levísimas transformaciones de los rostros, las arquitecturas del silencio, las intermitencias de la ternura, los avisos de cambio de estación, las inminencias del llanto y el relámpago de la risa en ciernes, la carcoma de la envidia, el oleaje de la mentira y el estupor de la verdad, los aleteos de la alegría, la fragilidad de lo bello, el temblor de la llama y la furia de la hoguera, la imbecilidad de los poderosos y el poder de los imbéciles...
La maga no lee por maga. Por mujer lee.

En: Maga con aleteos de verdes mariposas; Edit. Cuadernos y Palabras-Colección LuzAzul; Impresos S. A.; 2010

HIJOS

Desde los hijos
es polen la sangre
tras la estación eterna
donde acunamos amapolas
desveladas.

Arrojamos al aire
piedritas de payanca*
las dejamos caer
en nuestras palmas
y ciframos
el color de las tardes venideras
los mojones del alma.

Los hijos
embanderan balcones
en los sueños.

BALANCE DE OTOÑO

Vengo con mis caderas
que ensancharon algo
con mi mirada
y sus primeras arruguitas
con mis pechos en jaque
a la reina
con mi deseo intacto
en lucha desde las almenas
de su resistencia.

Busco trasparentes ríos
en los mismos pulmones
de la vida.
Es que inicié, lo digo,
el recuento del oro del otoño
porque no será bueno
equivocar la ruta
de la dicha.

LOS DONES

Suspendida en su aliento
Magdalena puja.
Un olor mineral sube de los jardines
del tiempo detenido
y toda la historia de las eras
se le viene asida
al cordón del navegante.
La rosa agiganta geometrías
en el límite de la carne.

Ella sabe que los dones
están de ronda,
que el más sereno
parece una madona,
que le brilla la piel
y tiene los ojos entornados;
que el otro es una máscara:

Mezcla mujer y hombre
y sacerdote y macho cabrío,
que anda cejijunto,
anguloso de pómulos
y con lenguas sibilantes.

Del centro del ciclón
igual que Ulises
vendrá confuso el navegante.
Los dones lo aguardan
con los brazos extendidos.

Ella sabe


VERÓNICA DURÁN
(Ecuador)


TE DEVUELVO TU COSTILLA

con todos los aliños que le puse.
Tu seguirás comiendo          
la manzana,
 pues yo la hice con mis deseos.
Eva,
estoy en el invierno
¿en el edén caen pedazos de sol?
La serpiente se llevó la llave
y cerró la puerta.  
Se quedó o fue exportada a
este mundo talla 3.
Un reportado vio que ese
paraíso fue mi sueño.
Las fotos no mienten
con palabras,
sino con imágenes.
Dios mandó a su única hija         
y ella parió este mundo.              
Y, aquí estoy
derrochándome la vida.      
Con frío en una mano y la otra dormida.
Eva, ¿en donde están tus recetas de cocina?  

HOY QUIERO SER

una vieja en patines,
que todavía sabe volar,
como el hada,
que después de haber sido
violada por el huracán
más fuerte, todavía
es capaz de amar,
ferozmente el viento.

LA PIEDRA SUFRE,

siente que las personas
no hemos desarrollado el sentir de las piedras,
la de las alas de los pájaros ya muertos,
la botella rota en mil pedazos,
la servilleta que es tirada al basurero
del agua que ayer fue cristalina,
y terminan tristemente
en un mar muerto.
La piedra ha esperado
tantos siglos
para que al fin
escuchemos sus latidos.

HOY DESPERTÉ CON UN ESPÍRITU NUEVO

contando los planetas que no me caben en los sueños
con un ramo de esperanza sobre mi aura
me desperté completa
sabiendo que el amor tiene siempre la razón
me desperté con ganas de trapear este mundo
de alegrías.

Mi cabello me conecta con seres maravillosos
que confirman que es posible el sueño
que es hora da cambiar las sábanas sucias del mundo
lavarlas con el agua florida de la Pacha.

Que las semillas nos recuerdan lo que somos
posibilidades infinitas de crecer desde la Tierra hasta el Cielo.

Que si todos-todas, estamos bien,
hemos vuelto a la vida, al paraíso
y Dios sin importar que exista o no sonría
en algún lugar real de amor
que siempre es.

LAS HIJAS DEL SOL AMAMOS NUESTRA TIERRA

Vivimos con los ojos en el aire mirando las señales,
profetizando ráfagas que pintan el cielo
nuestra vida una propuesta,
vivimos respirando chilka,
dibujando caracoles en el cielo
alimentando a los espíritus
que casi nadie ya los ve,
nos decían:
“cuando crezcas veras que no se puede”
y aunque a veces no podemos,
seguiremos intentando.
Nos damos contra la piedra,
ella nos abraza y nos susurra que sigamos...
Las hijas del Sol,
de una naranja hacemos un bosque dorado.
Nuestro mejor tesoro es la semilla,
el agua que la germina.
Estamos conectadas por nuestras venas,
como seres invisibles en el cielo
somos las que sacamos con nuestras uñas
capas de pintura tóxica del paisaje verde.
Las hijas del Sol sabemos del amor.

Sabemos que juntas somos.
Las hijas del Sol no necesitamos maquillaje,
ni cambiar de atuendo cada primavera.
Somos las que venimos a recordar al mundo,
que somos con Ella.
Que Dios es nuestra madre,
que somos Ella.

ENTONCES ME ARREGLO PARA PONERME FEA

no quiero que me veas en ese espejismo de belleza
no soy ese vestido rojo
ni estos ojos
no soy el maniquí que añoras,
el maquillaje recorre con mil lágrimas.
por mis arrugas transita el agua de los ríos.
Tus bambalinas no me seducen,
soy esa pulsación que escribe
a veces ni siquiera mi nombre
ni esta carne que de a poco comienza a desprenderse.
Soy, todos mis ancestros
una ala de mariposa disecada
soy la anciana que lleva la canasta,
la niña que juega a ser adulta
soy ese hongo que crece en una orquídea,

y siempre el amor
que este cuerpo no alcanza a sostener.

XL

Horizontes de edificios
que no dejan de crecer
mientras comen árboles de arupo,
los pájaros ambulantes
dicen que me quieren,
yo vuelo mas allá del cosmos
que me encierra,
rompo la gravedad
y caigo,
desde abajo hacia arriba
pero caigo,
hacia huecos negros y los pinto.

L

¿Que seré cuando ya no seamos
lo que somos?
y seamos algo más
como la lava del volcán.

CXX

El lodo se secó,
y se hizo un montículo
creció,
atrapo musgos salvajes
células
hojas secas,
piedras, palos,
se puso de pie
y entonces,
caminé.

L

No soy Latina,
soy la mar.
No soy Latina
soy la Tierra.

XXX

Entonces fuimos letras,
letras lanzadas al azar por un bing bang
que destellaba: a bes ces,
Letras que flotaban por la galaxia
haciendo sonidos
sin hacer palabras.
Después,
nos juntamos
amor, ternura, locura,
vocablos
formando palabras aisladas,
luego,
se unieron te-amos,
menos soledades,
oraciones que conjugaban sentires
se creó lo humano,
en contacto
lo uno con lo otro,
fuimos más que sonidos.
Juntos,
las letras que fuimos,
se convirtieron en los versos que somos.

LA SABIA SERPIENTE.

En una conversación con la serpiente se le preguntó sobre los hechos que se cuentan en los primeros capítulos de la Biblia.  Dijo que lo que se cuenta es solo una versión. Que, al estar tan cerca de la Tierra, conoce muchos secretos, pues es muy observadora. Y lo hace siempre desde otro punto de vista muy cercano a la Tierra y sus entrañas, donde se encuentra lo no visible pero existente, lo que da origen a todo lo que se ve, como las raíces, los minerales. Ella dice que se dio cuenta que desde el principio se estaba apuntando a crear un desequilibrio en la naturaleza. Que la primera mujer que llamaron Eva, no había salido de ninguna costilla como la querían hacer creer. Que los hombres más bien salían todos y cada uno de un vientre femenino. Se dio cuenta que querían mantener mentiras como las bases de lo que seria la religión. Dijo que en la naturaleza estaban las respuestas y la verdad, pero por lo mismo querían que los humanos se separen y se vieran e identificaran como seres que están fuera de la naturaleza.
La sabia serpiente fue la primera amiga de Eva, quien le dijo que no tenga miedo, que coma de la sabiduría, que no cierre los ojos ante los dogmas. Y Eva en su intento por conocer la verdad comió la manzana pues además tenía hambre. Y al hacerlo fue expulsada del paraíso y mandada a un mundo patriarcal donde solo los hombres tenían derecho a ser sumos sacerdotes.
Desde entonces las hicieron, a ella y a sus hijas, cargar con la culpa, haciéndolas creer que por ellas ya no había paraíso. La culpa era de la mujer y la serpiente hembra! A partir de allí la mujeres cargamos con una historia arquetípica donde todo comienza mal, donde supuestamente no somos completas, sino apenas un hueso del hombre.
Igualmente la serpiente siempre sería perseguida, enjuiciada, y culpada. Pero la serpiente en realidad es el símbolo de la sabiduría en muchas culturas ancestrales, es la portadora de la autenticidad, de la experiencia y la búsqueda de la verdad sin miedos. La serpiente es la sabiduría que debía estar escondida y perseguida y por eso se le dio el nombre de pecado, para así mantenernos temerosas y sumisas.
Hermana serpiente gracias por aclarar los hechos.


WILMA BORCHERS CARRASCO
(Chile)


MARÍA MENGUANTE

María pájaro,
María ancla,
María menguante,
todas las que fuimos
sentadas a la sombra del olivo.
Hilamos cuentas de colores,
tejemos leyendas de contento.
Todas:
las bajo tierra,
las insepultas,
las desaparecidas,
se acercan
y se integran en un círculo
bajo la sombra del olivo.
Todas elegimos un nombre nuevo
un nombre recién sacado del agua,
un nombre caricia bajándonos por el pelo.
Todas nosotras María nunca
María nadie
encendemos al atardecer una fogata,
tiramos en ella lo fuimos desde el comienzo.
Viene María Pájaro
y nos pinta alas en las sienes.
Llega María Ancla
a sostener raíces
Aparece María Menguante
para conducirnos al centro,
allí donde agorera, brota la luna creciente.

 ENTRE MIS HUESOS

Aquel cuyo nombre:
fue cuño de oro,
joya Etrusca,
códice real,
aríbalo Diaguita;
forajido ingresa
al ramaje de mi sueño.

Envejecemos juntos
en cámara lenta,
en teatros de cristales
y paisajes rotatorios.

Aquel cuyo nombre
fue bautismo,
inviolable ligadura,
sustancia de caldero,
árbol de estrellas;
trasgresor se integra,
en los cauces de mi sueño.

Permanece conmigo
en esta suerte de infortunio,
raíz o pájaro que expira,
dulcemente entre mis huesos.

BARBAZUL

Puedes oler el miedo,
lo oyes avanzar gota a gota
sobre tu frente inclinada ante lavazas o verduras.
Puedes oler el miedo desprovista,
sin ángel de la guarda.

Es otro día de harapos y manantiales tóxicos,
de la repetición sin tregua de las torres de la ira.
¡Silencio!
Se avecina una tormenta.
El río de la locura posee territorios de aguas venenosas
y desovan mosquitos bajo la piel incubando odios.
Barbadura,
Barbazúl,
se acerca en el tranvía apestando a vino rancio,
a gasolina y goma de neumáticos.

Gruñen sus sólidos zapatos en la grava del jardín,
y mientras hace girar la llave:

te encoges como una caracola.

JARDÍN DE NOCHE

Los caracoles suben
en caravanas
por los ladrillos del muro.

El estuche de las castañas
arroja  gemas oscuras
que brincan en los cobertizos.

El humo escribe cartas
a  los pájaros migratorios.

El agua impone
cristalería de sollozos.

Atizo el último fuego,
mientras espero
el  florecer de la noche,
para entrar con mi linterna
en el jardín de los sueños rotos.

HUYEN LAS PALABRAS

Intento recuperar tus señales,
su ardor, su acometida.

Sólo barcos extraviados
en medio de los témpanos.

Saurios espléndidos
yacentes en lodazales.

Dulzainas de Coral
bajo areniscas.

Gárgolas, santos de bulto,
de las catedrales desertan en llamas.

Arrodillados, en Arauco
sucumben los canelos.

Una casa se derrumba,
un niño mira tras los vidrios
con la angustia de tus ojos,
cisuras escritas sobre el hielo.

Ateridas se trizan las palabras.


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